Trabajadora sexual ¿autonomía o esclavitud?

Según Probidsida, en el país hay 5,217 trabajadoras sexuales autónomas y una cifra indeterminada de mujeres que viven sujetas a proxenetas




En Panamá miles de mujeres que venden sus cuerpos, aunque no todas se consideran servidoras sexuales.


Hay miles de mujeres en Panamá que venden sus cuerpos, pero no se consideran servidoras sexuales. ¿A quién engañan? se pregunta Gladis Murillo, presidenta de la Red de Mujeres con Dignidad y Derechos. Y ella misma responde: toda persona que ofrece sexo a cambio de dinero es una trabajadora sexual. ‘A las que tienen más educación y tal vez alternan sus servicios con con otros trabajos remunerados -añade- no las ofende la sociedad con insultos y las palabras gruesas con las que denominan a quienes nos paramos en las esquinas de la ciudad. Al final hacen lo mismo que nosotras y también generan ingresos con sus favores sexuales', exclama la mujer, que ejerce la prostitución desde hace más de 15 años.

La gran diferencia entre los dos grupos es que quienes ejercen en las calles,denominadas autónomas, se declaran acosadas y abusadas constantemente por la Policía, una situación que las hace más vulnerables.

Griselda Pérez, Igrina Ceballos y Maritza Rodríguez, compañeras de oficio de Murillo, opinan también sobre el que se conoce como el trabajo remunerado más antiguo de la humanidad.

ABUSO Y EXTORSIÓN
La noche de un jueves a mitad del mes de noviembre de 2014, mientras cruzaba la Plaza 5 de mayo, Griselda Pérez recuerda cómo vio bajar de la patrulla número 35, que se detuvo bruscamente, un subteniente al que identificó por su apellido y apodo: ‘Ortega alias el Peluche', conocido por ‘corretear prostitutas'. Griselda, su compañera Dulce (que caminaba delante de ella), y un amigo gay que estaba con ellas fueron trasladados para una supuesta investigación a la estación policial, donde permanecieron retenidos hasta las cinco de la mañana, para ‘apartarlas de las calles'.

Algunas no tienen tanta suerte. El más dramático caso que circula entre las ‘murciélagas', como las llaman los policías, llegó a oídos de Gladis de una compañera, a la que los policías montaron a la patrulla y se la llevaron al parque del ‘florista', en la concurrida cinta costera.

En un rincón oscuro del parque, según Murillo, varios uniformados abusaron sexualmente. ‘Eso es aprovecharse del uniforme', declaró a este diario.

El trabajo sexual no es ilegal en Panamá, enfatiza la presidenta de la red. Sin embargo, ‘si se les ocurre denunciar los abusos se echan a reír de una', acusa Gladis.

Omar Pinzón, director de la Policía, mira el tema desde una perspectiva muy distinta a la de las trabajadoras sexuales. Pinzón asegura que las chicas no tienen un control estricto de su sanidad, que los índices de enfermedades como VIH se han incrementado, y que se ha detectado la participación en crímenes de algunas servidoras sexuales.

‘Hay que poner frento y orden, porque las cifras de infectados con el VIH se están disparando. Si quieren practicar el servicio hay sitios para esto, con controles', asevera Pinzón, como los clubes nocturnos, donde las autoridades guardan registros de las trabajadoras y las hacen cumplir con las normas sanitarias. Con ese argumetno, Pinzón advirtió que continuará con los operativos.

En gran parte -añade- las denuncias de las servidoras sexuales son una medida de presión para intimidar a la Policía, pero aseguró que si existen abusos y extorsiones tienen que denunciarlo, ‘y yo mismo me encargo de las sanciones', recalcó.

El Ministerio de Salud ha detectado, desde 1981 a diciembre del año pasado, 14,521 casos de SIDA, de los cuales 10,817 son hombres. Se estima que en el país hay más de 20 mil personas que ignoran que son portadores del virus.

Las trabajadoras sexuales autónomas, que en 2014 la fundación Probisida contabilizó en 5,217 mil, no están obligadas a acudir al médico para revisiones rutinarias, como lo hacen quienes trabajan en los clubes nocturnos. Su salud sexual queda a discreción de ellas mismas.

EL OFICIO
Con o sin presión, desde los 14 años Griselda encontró una forma de sobrevivir con este oficio. Agradece a Dios que tiene varios clientes fijos. Al menos cuatro o cinco personas que atienda al día ‘ya son cinco páginas de $20' que le resuelven, señala en la jerga típica de la acera.

Entre sus clientes hay hombres de gustos fijos y otros a los que les gusta variar. ‘Tengo uno que es administrador de un bar, otro casado, pero distanciado con la esposa', relata Griselda, que se sabe de memoria los desperfectos de la acera del barrio El Cangrejo que recorre todas las noches. Estudió hasta el sexto grado y en casa sufría el severo maltrato de sus hermanos. Lo que sabe de sexo lo aprendió de sus compañeras en la calle, que le aconsejaban qué, y cómo hacerlo. "No es que me guste, pero tuve la necesidad", declara resignada ante la contrariedad de Gladis Murillo, que interrumpe hablando como presidenta de la Red. ‘Nosotras ejercemos el trabajo sexual porque lo decidimos, no es por necesidad', corrige.

INGRESOS
La líder de la Red enfatiza que ella trabaja porque le gusta. Revela que al mes ha tenido ingresos hasta de mil y dos mil dólares. ‘Algunos clientes te dan $300 o $400, o te hacen el supermercado, te llevan de compras. A veces los hombres no buscan sexo -explica Murillo-, quieren que los escuchen porque no pueden hablar con sus esposas; se desahogan. Quieren un apapacho', concluye.

Los celulares de las damas de la noche guardan los teléfonos de sus clientes.

Maritza admite que tiene 17 fijos y Gladis, que su clientela esta compuesta por más de 20. "Uno le pone sus fechas a cada uno y cuando no quiero, no trabajo", expresa Gladis. Igrina se mete en la conversación y describe a los suyos: ‘A mi me salen mayores de 40, yo he estado con abogados, empresarios, me falta un doctor', finaliza entre risas. Tiene 28 años y desde los 17 deambula por la 5 de Mayo porque fue el primer lugar que le gustó. Confiesa que ha estado tres veces detenida.

-¿Qué pasa cuando los clientes son espantos?

-Estamos entrenadas para eso, dice Igrina.

-Nosotras no vivimos en cautiverio y podemos elegir con quién nos acostamos. A mi no me gusta que alguien me mande, apunta Gladis.

Igrina agrega que hay bastantes hombres que quieren negociar; pagan más por hacerlo sin condón. ‘Pero ahí es donde una tiene que ser astuta. Si me pega un VIH no puedo seguir trabajando', reconoce. ‘Eso sí -se mete Gladis- sin globo, no hay fiesta'.

‘Si se resiste al principio, puedes engañarlo y le pones el condón con la boca. Nadie dice que no al sexo oral', asegura entre risas.

Casi todo se vale mientras alcance el tiempo, no importa si la persona ‘termina' o no. Si el reloj llega a la media hora cada quién se va para su casa, el dinero se entrega antes de la relación.

-Eso depende, dice Igrina. Algunos nos alquilan por hora pero si yo veo que a los 10 minutos quedó satisfecho, yo voy andando.

Las cuatro mujeres son madres. Un tema espinoso porque no les gusta que les pregunten cómo explican su trabajo en casa.

Gladis dice que es el tema preferido de los periodistas y el punto débil de todas. Hay quienes lo asumen desde una perspectiva moral, pero afirma que si su hija de nueve años decide seguir sus pasos, ella la apoyaría. Ninguna ha contado a sus hijos a qué se dedican.

EL OSCURO NEGOCIO
Gladis reseña que ha tenido conversaciones con compañeras que prefieren a un proxeneta porque no sienten el hostigamiento de la autoridad. De cierta forma, añade, se sienten protegidas, aunque el proxenetismo sí es un delito. ‘Es una rama muy pesada", advierte.

El hecho más escandaloso se registró en el 2011 con con la condena a cuatro años de ‘madame Thonya' por proxenetismo.

En el Ministerio Público hay dos fiscalías en la ciudad de Panamá encargadas de investigar los delitos de esta naturaleza, la Primera y la Sexta.

Desde 2013 a la fecha, la Fiscalía Primera no tiene registro de algún caso que involucre proxenetismo.

De enero de 2012 a agosto de 2015, el Ministerio Público ha contabilizado quince víctimas de proxenetismo a nivel nacional, nueve de ellas en Herrera.

‘Angy', por ejemplo, vive en un departamento con otras cinco amigas y un proxeneta que les renta la habitación y les coordina las citas de clientes que se enteran de sus servicios por el periódico.

Al mes, debe pagar al "cuidador" $200, que incluyen renta y comida, y la mitad de los $50 dólares por hora que hace con cada cliente.

El ‘patrón' las controla, sabe con quién salen y a qué hora deben volver.

A fin de mes, juntan aproximadamente $800, tomando en cuenta que visita a dos clientes por día.

Aún así, no dejan de tener riesgos y admite que si no se está atenta, en plena relación los clientes se quitan el preservativo de rigor para evitar contagios venéreos o embarazos indeseados.

Aunque es un figura común entre las extranjeras (dominicanas, colombianas, nicaragüenses y venezolanas), no quieren hablar de los proxenetas. Es un tema tabú.

La figura del proxeneta en el Código Penal está asociado al hombre. Las autoridades investigan casos aislados porque normalmente las damas tienen una relación de tipo personal o de abuso y se produce mucho el síndrome de Estocolmo. .

‘Angy', de 22 años, estudiaba odontología en Colombia, su país natal. Pero por la situación económica emigró a Panamá, donde quiere quedarse hasta ahorrar como $10 mil, para regresar a Colombia y pagar sus estudios.

TRABAJADORAS SEXUALES: EL HOYO NEGRO EN LA LEGISLACIÓN
Desde inicios de la República de Panamá, el gobierno intentó regular la actividad de las mujeres entonces llamadas del ‘mal vivir'. En 1936, Víctor Figueroa, ‘inspector de meretrices', envió una carta al presidente Arnulfo Arias en la que detallaba el alarmante estado de la prostitución clandestina. Su departamento logró identificcar 178 prostitutas.

Los barrios donde se establecían las mujeres en ‘desgracia', se rodeaban de tablones para prohibir el tránsito a menores.

El sector de Pedro Obarrio era una zona de tolerancia en la que podían circular las ‘mujeres honradas' con permiso y protección para transitar.

En 1949, el presidente Arias firmó el Decreto que reprendía la prostitución y dictó medidas de higiene social y moralidad pública, siendo el Ministerio de Salud quien velaba por su cumplimiento. El artículo 12 del documento prohibía la prostitución clandestina, el proxenetismo, la sodomía y todo vicio degenerador. La pena por sodomía era de tres meses a un año de prisión.

En el 2008, el presidente Martín Torrijos derogó el mencionado artículo, fundamentado en el respeto hacia las preferencias sexuales, sin discriminación.

Actualmente, la prostitución no está penada por Ley, manifiesta Eduardo López, asesor legal de la Red de Mujeres con Derechos y Dignidad.

En el Código Administrativo, las normas que describen los actos inmorales en la vía pública se pueden aplicar a cualquiera, más no al trabajo sexual, porque ellas no tienen relaciones en la calle, añade. Las trabajadoras sexuales autónomas no están obligadas a acudir al médico para revisiones rutinarias. Su salud sexual queda a discreción de las servidoras sexuales.

En materia sanitaria, el Ministerio de Salud ha detectado desde 1981 a diciembre del año pasado, 14,521 casos de SIDA de los cuales 10,817 son hombres. Se estima que hay más de 20 mil personas infectadas.

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