Saboga, la perla del Pacífico sumergida en el olvido, en medio de la ruta del narco

La isla situada en el archipiélago de Las Perlas tiene un gran potencial turístico, pero está hundida en el abandono de los gobernantes. Su posición estratégica en la ruta del narco expone a la población, se sabe que parte de ella vive de la coca. Recientemente apareció una nave con gran capacidad para transportar droga


Saboga, además de las 200 islas e islotes que componen el conjunto, está situada justo en la franja del Pacífico del corredor marítimo por el que atraviesan los narcotraficantes en lanchas rápidas [Foto: Roberto Barrios - La Estrella de Panamá].


En la isla de Saboga, ubicada entre las aguas cristalinas del paradisíaco archipiélago de Las Perlas, golfo de Panamá, se halla una población prácticamente condenada a la miseria, expuesta al crimen organizado y abandonada por el Estado. Saboga, además de las 200 islas e islotes que componen el conjunto, está situada justo en la franja del Pacífico del corredor marítimo por el que atraviesan los narcotraficantes en lanchas rápidas, o naves de fabricación colombiana cargadas de cocaína, hacia Estados Unidos.

A principios de octubre pasado, en la playa El Encanto, situada en la cara posterior de la isla, apareció una de estas naves. Siendo Colombia el principal exportador de cocaína en el mundo, el 90% de la carga se lanza vía marítima. Suelen emerger de la selva del Chocó. La hallada en Saboga por un turista que caminaba por la playa, es muy similar a otras naves decomisadas por la Armada de ese país en los años recientes.

Enseguida se alertó a los agentes del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) -que mantienen una base permanente en la isla- y a los moradores del pueblo que, algunos curiosos se acercaron para conocer el hallazgo. Era un cascarón vacío, sin droga, timón o motores. No obstante, en la punta, la nave guardaba aproximadamente 200 galones de combustible que extrajeron los lugareños. No es un secreto que parte de la población de esta isla ha visto en la coca un medio de autosuficiencia, de oportunidad de ingreso.








Las labores cotidianas del Senan se centran básicamente en patrullar el pueblo e inspeccionar los bolsos o maletas de los visitantes que arriban en el ferri, la única vía para llegar a la isla. Para ello caminan aproximadamente 20 minutos desde la base hasta el muelle, no cuentan con un auto para moverse dentro de la isla [Fotos: Roberto Barrios - La Estrella de Panamá].

Como resultado de la ausencia del Estado que prima en el sitio, sin importar el gobierno de turno, los lugareños han impuesto sus propias normas que con frecuencia superan las órdenes de los agentes del Senan comandados por un teniente a cargo de siete integrantes.

Los agentes permanecieron unos días al acecho de la nave por si alguien la reclamaba. Pero no fue así. El aparato continúa encallado en la arena, donde fue arrastrado por los saboganos, aunque ahora está mucho más deteriorado por el constante azote con las rocas al subir la marea.

Las labores cotidianas del Senan se centran básicamente en patrullar el pueblo e inspeccionar los bolsos o maletas de los visitantes que arriban en el ferri, la única vía para llegar a la isla. Para ello caminan aproximadamente 20 minutos desde la base hasta el muelle, no cuentan con un auto para moverse dentro de la isla.

Algunos moradores contaron a La Estrella de Panamá que cada cierto tiempo –tres o cuatro meses– observan la presencia de foráneos (que tampoco lucen como turistas) entremezclados con los lugareños. Generalmente ocurre en las noches, cuando se escucha la música a todo volumen en el pueblo, como si se tratara de aquellas fiestas con fuegos artificiales en las que se celebra “la entrega de la carga, de la blanca”, describió un vecino consultado por este diario.






El personal de Senan reconoció a este medio que hay una “cantidad considerable” de jóvenes que cooperan o trabajan con el narco, sin precisar un número por considerarlo un tema “sensitivo” [Fotos: Roberto Barrios - La Estrella de Panamá].


“Ellos mismos los traen, los protegen”, alegó un miembro del Senan apostado en la isla con el que conversó este diario. “Cuando uno hace la verificación, ellos ya no están ahí”. Es en ese momento cuando instalar el orden oficial es un verdadero desafío, se ve rebasado por la complicidad, ya sea forzada por quienes temen hablar, o voluntaria de quienes apadrinan este tipo de actos.

La situación genera preocupación entre los habitantes que desconocen a qué vienen o quiénes son estas personas supuestamente protegidas por un cabecilla que ‘maneja a otros adolescentes’, denunció un vecino.

El personal de Senan reconoció a este medio que hay una “cantidad considerable” de jóvenes que cooperan o trabajan con el narco, sin precisar un número por considerarlo un tema “sensitivo”.

El contexto en el que ocurre lo anterior se enmarca en una Saboga que se siente aislada del mundo y doblemente golpeada por la pandemia de la covid-19, que paralizó el turismo en el archipiélago. Se siente apartada de la isla más cercana, a solo minutos en lancha, Contadora, donde el desarrollo turístico ha florecido. Fuente de trabajo temporal para muchos saboganos que intentan ganarse la vida: los varones en labores temporales de construcción o transporte marítimo, y las mujeres como mucamas en hoteles o como domésticas en las casas de lujo que se pueden apreciar desde las costas de Saboga, de donde parten las lanchas artesanales.






La única escuela que hay en Saboga tiene tres salones multigrado que atienden tres docentes, pero solo llega hasta sexto grado. A Yoguira Argüelles, presidenta de las madres de familia, se le escucha frustrada. Gran parte del día lo dedica a intentar mantener la escuela en condiciones, como un esfuerzo solitario para brindar un futuro para las presentes y próximas generaciones [Fotos: Roberto Barrios - La Estrella de Panamá].


PRECARIA EDUCACIÓN
Contar con un ingreso fijo es sumamente raro. Algo que está íntimamente relacionado con la falta de preparación, educación y oportunidades de los isleños.

La única escuela que hay en Saboga tiene tres salones multigrado que atienden tres docentes, pero solo llega hasta sexto grado. A Yoguira Argüelles, presidenta de las madres de familia, se le escucha frustrada. Gran parte del día lo dedica a intentar mantener la escuela en condiciones, como un esfuerzo solitario para brindar un futuro para las presentes y próximas generaciones. “La escuela está súper abandonada”, dijo. Describió que en un salón de clases hay un criadero de murciélagos, en otro se cuela la lluvia, las lámparas están descompuestas, la nevera del comedor está dañada. Quejas que este medio transmitió a la ministra de Educación, Maruja Gorday de Villalobos, quien se comprometió a atender las necesidades.

Hace un par de años, Argüelles estudiaba en la escuela nocturna, ahora descontinuada, junto a otros padres de familia y adolescentes que no lograron continuar sus estudios. “Espero que el Meduca vuelva a abrir la nocturna”, decía esperanzada Argüelles como una oportunidad para salir adelante.

A esto se suma que los dormitorios para los maestros aún no están terminados. Aunque lo ha intentado, pedir ayuda al representante de corregimiento Ismael Argüelles (Partido Revolucionario Democrático), es inútil, pues el presupuesto anual que maneja de la Alcaldía no da para eso.

El representante dijo que recibe un total de $110 mil anuales y a la fecha que visitamos la isla, 8 de noviembre, ya había agotado casi todo el dinero. “Con el presupuesto de este año puedo tirar otros 90 metros de camino y me salen por $14,400”, expresó el funcionario.






La representación gubernamental más alta que existe en la isla es un inspector de la Alcaldía, Toribio Olivardía, a quien le cuesta definir su labor. “Yo miro el pueblo, las casas”, explicó. “La autoridad soy yo, porque yo administro las leyes de la Policía”, indicó al preguntarle a quién se dirige la población en caso de conflicto. La sede de la Alcaldía está en San Miguel, isla del Rey, a una o dos horas en lancha, según la potencia del motor [Fotos: Roberto Barrios - La Estrella de Panamá].

Argüelles destina $34 mil para pagar la planilla, con el resto logró pavimentar 200 metros de camino por donde pasan los carritos de golf y algunos autos para llegar al pueblo. No obstante, el resto de los arreglos de infraestructura deben efectuarlos los ministerios correspondientes.

Para los isleños culminar el primer ciclo de secundaria es tarea difícil, casi nadie termina. En el conjunto de islas hay 11 habitadas, y en ninguna se imparte educación media.

Los interesados deben trasladarse en bote a San Miguel, isla del Rey, donde pueden seguir hasta tercer año, o migrar a la capital panameña (generalmente solicitan cupos en San Miguelito, Panamá centro y norte) y alojarse en casa de algún familiar.

Un bachillerato es mucho pedir. Necesitan becas o un trabajo para sostenerse mientras estudian. La falta de educación los orilla a realizar labores de subsistencia, o trabajos con bajos ingresos. Por lo que resistirse a ofertas jugosas del crimen organizado llega a ser una tentación debatible.

Los saboganos no solo se sienten defraudados por los candidatos que cada cinco años visitan la isla y prometen un mejor porvenir. Están completamente olvidados, sin importar qué partido o presidente esté al mando. Decir que algún político se ha preocupado por ellos es un chiste de mal gusto. Los gobernantes “no miran más allá de Contadora”, repetían.

El centro de salud está vacío, nadie lo atiende. Los consultados refirieron que antes de la pandemia había dos médicos, pero desde entonces no pueden acudir ni siquiera a un auxiliar de medicina. No hay nadie. Si alguien sufre un accidente, es impactado por una bala o se enferma, tiene que recibir atención médica en Contadora o en San Miguel, y dependiendo de la situación estos últimos los remiten a la capital.

La representación gubernamental más alta que existe en la isla es un inspector de la Alcaldía, Toribio Olivardía, a quien le cuesta definir su labor. “Yo miro el pueblo, las casas”, explicó. “La autoridad soy yo, porque yo administro las leyes de la Policía”, indicó al preguntarle a quién se dirige la población en caso de conflicto. La sede de la Alcaldía está en San Miguel, isla del Rey, a una o dos horas en lancha, según la potencia del motor.

La constante es el alcohol, la venta de lotería y las apuestas de gallos. En el camino del muelle al pueblo, el carro de golf debió esquivar baches profundos, caballos, y meter doble tracción para vencer pendientes enlodadas. Se observaban montones de latas de cerveza y basura tirada por todas partes, chatarras abandonadas. “Ahora está limpio”, mencionó el guía que nos trasladó.

“Usted hubiera visto en estos días de fiestas patrias cómo estaba esto, lleno de latas”. “No bebieron el 2 de noviembre porque estaba prohibido, pero desde el 3 hasta la mañana de hoy no han parado”, exclamó un agente del Senan.

En Saboga viven 475 votantes, más los niños, contabilizó el representante. La población de jóvenes entre 14 a 17 años es de 25 a 30 personas “que se la pasan rondando toda la isla”, indicó la fuente del Senan. No trabajan ni estudian, pero ven a sus padres con la lata de cerveza en la mano. ¿Qué futuro les espera?

No existe un programa de rescate o académico sostenido que les sirva posteriormente como vía de sustento. Esto los hace supremamente vulnerables a caer en actividades ilícitas cuyas ganancias pueden mezclarse con facilidad con el dinero lícito, porque en la isla todo se maneja en efectivo. No conocen las facturas, menos aquello de pagar impuestos.

POTENCIAL TURÍSTICO
Es palpable la declinación que se observa en la isla en la que han creído inversionistas extranjeros que intentan desarrollar el turismo, pero se las ven difíciles por la cultura de la población y la poca atención del Estado, lo que genera un círculo vicioso.

A pesar del abrupto trayecto hacia el pueblo, el camino está rodeado de una vegetación exuberante y pintoresca que anuncia el potencial turístico si hubiese una planificación y ejecución de un plan de turismo ordenado.

Por un lado, el país llama a la inversión extranjera directa, pero del otro lado de la moneda, los propietarios se enfrentan a servicios públicos ineficientes, como la recolección de basura, y falta de mano de obra calificada que hace tortuoso sacar un negocio adelante. Debido a la escasa preparación de los habitantes, a los inversionistas se les hace difícil crear una sinergia con los empleados.

Los pocos turistas que llegan a la isla responden a una escasa promoción publicitaria dentro y fuera de Panamá.

“Lastimosamente el panameño prefiere salir al extranjero y conocer menos su país a pesar de las bellezas que hay en Panamá, que no tiene nada que envidiar a Costa Rica o Colombia”. “Debería estar la playa llena de huéspedes”, manifestó Jean Lucca, un empresario italiano que desde su restaurante en Playa Grande contemplaba la costa totalmente desierta.

Saboga es un potencial atractivo turístico que podría generar fuentes de trabajo permanentes y capacitar a su población con carreras técnicas relacionadas con el entorno, que den oportunidad a los jóvenes, y así cambiar el desolado panorama que enfrenta su población.

1 comentario

  1. Excelente articulo. Interesante detalles acerca de la realidad q existe en ese pueblo.

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