MSF en Darién: "Atravesar la selva: un trauma para toda la vida con muchas consecuencias"

La organización Médicos Sin Fronteras se instaló en Darién en abril. Guillermo Girones, coordinador del equipo,  narra su experiencia de estos seis meses, al dolor físico de los extranjeros por atravesar la selva, se suma otro invisible, pero traumático. El psicológico


Guillermo Girones.

Historias duras y crudas que no todos tienen la suerte de contar. La selva darienita es uno de los tramos más peligrosos en la ruta de migrantes irregulares hacia Estados Unidos.  Las consecuencias psicológicas y físicas se heredan para toda la vida. Las autoridades han contabilizado 41 muertes, sin embargo, la cifra esconde más casos que podrían permanecer anónimos por la dificultad de recuperar los cuerpos. Además del riesgo de perder la vida en el camino, las mujeres sobre todo, suelen ser víctimas de abusos sexuales, robos, ataques. Traumas mentales difíciles de superar en una o dos sesiones que brindan los Médicos Sin Fronteras apostados desde abril pasado en el Darién. Al cierre de octubre, Migración reporta 91,305 migrantes irregulares que han atravesado por el istmo. La diferencia con años previos es que se detectan familias enteras que viajan con niños, bebés, o incluso mujeres embarazadas que paren en el camino hacia su destino.

La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) vio la necesidad de instalar tres puntos de atención en Darién. En esta labor, han recibido 250 casos de abuso sexual en un periodo de cuatro meses. De estos, el 15%, es decir 37, fueron niñas o adolescentes atacadas por uno o más hombres. No obstante, desde que el Ministerio Público instaló una oficina de la Fiscalía de Atención Primaria en Bajo Chiquito,  los casos han disminuido gracias a un esfuerzo mancomunado en el que también participa el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), y los fiscales nutridos de información que proporcionan las víctimas que derivaron en aprehensiones. La violación y el robo van de la mano, nos cuenta el responsable de actividades médicas de MSF en Panamá, Guillermo Girones.  Los relatos son crudos, de ahí el llamado de los médicos a las autoridades para  asegurar la ruta, definida por los propios migrantes como un verdadero infierno.

En cuanto a salud mental, ¿cómo tratan a las víctimas por violencia sexual o el trauma del trayecto?
Es uno de los retos que tenemos porque la gente sigue el camino. Tenemos 24 horas o máximo 48 horas para atenderlos con el médico y la psicóloga y luego damos un seguimiento en la medida de lo posible. Es verdad que en Lajas Blancas y San Vicente tenemos población que no puede continuar la ruta por temas migratorios. La población de Sudamérica por lo general se queda retenida, y con esa gente sí podemos tener un seguimiento. Lo que les explicamos es que  MSF está de aquí hasta la frontera con Estados Unidos, estamos en Honduras, Guatemala y México, y pueden acudir a nosotros.


En Guatemala nosotros tenemos un proyecto de Médicos Sin Fronteras en el cual se le brinda a las mujeres que lo soliciten un kit de protección contra el VIH asumiendo que muchas de ellas serán violadas en la ruta.  Aquí en el Darién el 15% de los casos de abuso sexual son menores. Varones de los 250 casos de abuso sexual, son cuatro.


¿Ellos narran sus experiencias o ustedes tienen que indagar sobre lo ocurrido?
Yo que he atendido casos, por desgracia, te lo narran todo con detalles, es mucho sufrimiento y te explican lo que ha pasado. La mayoría de las veces, nosotros como médicos, no buscamos tanto detalle de quién ha sido, pero ellos nos cuentan como una forma de desahogo, de sanar un poco lo que ha pasado.

¿Es posible continuar el camino con estos traumas?
Mira hace unas semanas atrás atendí un caso en Bajo Chiquito de una joven de 21 años originaria de Haití. Ella sí quería denunciar y como yo hablo francés la hice un poco de traductor con la fiscalía. Era increíble, son ejemplos de vida, una entereza contando lo que había pasado y no paraba de darnos las gracias por escucharla. Yo le decía: gracias a ti. Ella respondió: la vida es dura y es lo que hay, hay que seguir. A pesar de las dificultades la gente sigue la ruta, pero hay una necesidad de salud mental enorme, porque es un trauma para toda la vida con muchas consecuencias y efectivamente una única sesión o dos que nosotros les podemos brindar es insuficiente, pero la gente quiere seguir.

El camino hacia México debe ser tal vez igual de traumático...
Para que se haga una idea, en Guatemala nosotros tenemos un proyecto de Médicos Sin Fronteras en el cual se le brinda a las mujeres que lo soliciten un kit de protección contra el VIH asumiendo que muchas de ellas serán violadas en la ruta.  Aquí en el Darién el 15% de los casos de abuso sexual son menores. Varones de los 250 casos son cuatro.

¿Cuáles son las principales patologías que presentan los migrantes?
Bajo Chiquito es el primer punto al que llegan los migrantes luego de cinco a siete días caminando por la selva darienita, una selva densa y difícil de atravesar. Lo que vemos principalmente son cosas derivadas de un camino muy duro. Lesiones en los pies, por quemaduras, con problemas gastrointestinales por beber agua del río y no comer correctamente, y pacientes con afectaciones respiratorias por dormir mojados, atravesar ríos. Es importante entender que cada vez hay más niños y mujeres atravesando el Darién, por lo que vemos muchos con afectaciones de diarreas y enfermedades respiratorias.

¿Qué patologías mentales presentan los pacientes?
Es muy importante este tema. Primero las familias sienten una culpa enorme al haber expuesto a sus hijos a un trayecto tan duro.  Además, muchas veces ha habido robos y agresiones sexuales que generan un sufrimiento enorme. Luego los niños, por su inocencia, no son conscientes de lo que está pasando, de hecho, cuando vienen a consulta es casi como un juego. Lo que sí nos damos cuenta es que los padres refieren que sus hijos no están como siempre, tienen cambio de humor, y es un poco la respuesta adaptativa que ellos dan al estar expuestos a algo tan estresante como a caminar por siete días en la selva.



Al venir aquí mucha gente no quiere denunciar lo que ha pasado por miedo, además que no quieren que su familia lo sepa. Tenemos que decir que, de los 250 casos de abuso, 245 han sido mujeres, 4 hombres, y no vienen porque no quieren denunciar, porque no quieren que lo sepan sus familias, porque muchas viajan con sus maridos o bien porque quieren evitar el trauma.


¿Cuáles son las edades de los niños que reciben en la consulta?
Recibimos de todo, desde mujeres embarazadas, creo que hemos tenido que atender dos o tres partos en el mismo Bajo Chiquito, así como a neonatos, bebés de menos de un mes de vida, niños que las madres han tenido que parar la lactancia materna y necesitan leche para alimentarlos. Niños menores de cinco años, adolescentes, es que hay muchas familias cruzando el Darién.    

¿Puede compartir algunos de sus relatos?
Hace como un mes, con todo el pico que teníamos en la ruta con las denuncias de robo, violencia sexual, hablé con un chico haitiano que había vivido en Chile siete años, tenía 17 años y le pregunté por qué había salido de Chile. Él me dijo una cosa que te desmonta: mire doctor, todos tenemos derecho a una vida mejor y es lo que buscamos. Hay mucha gente que ha muerto. Cuando hay una crecida del río Tuquesa sabemos que al día siguiente va a venir gente que ha perdido a familiares, a niños que se los ha llevado el río. Es una historia muy dura.

¿Saben cuántas personas han perdido la vida?
Desgraciadamente nosotros no seguimos este registro, pero sé que migración y Senafront muchas veces hacen levantamientos de cadáveres de gente que se encuentra en el río. Lo que la gente transmite es que hay bastantes casos, ya sea asociados a caídas en la ruta que no pueden ser evacuados o no se puede llegar, crecidas del río o complicaciones médicas.

¿Qué dicen los migrantes sobre los traficantes de personas?
A nosotros no nos llega mucha información sobre ellos. Sabemos que es una ruta que no está guiada y nos llega mucha gente porque tiene lesiones por caídas o situaciones muy dramáticas de gente que ha muerto en el camino por caídas en medio de la selva en puntos que no sabemos dónde están o que no se pueden evacuar. Esto sí que reportan. También han reportado mucha violencia sexual. Tenemos 250 casos de violencia sexual, que es una barbaridad. También hay que decir que hay un cambio positivo porque en el último mes (hasta mediados de octubre) sólo hemos atendido siete casos de violencia sexual. Siguen siendo muchos porque no tendría que haber ninguno, pero es un cambio de tendencia.

Esos 250 casos de violencia sexual, ¿cómo se validó esta cifra médicamente?
Estos casos han sido detectados por nuestros equipos de médicos y psicólogos que dan atención a las poblaciones migratorias. Cuando vienen a consulta nos reportan lo que ha pasado y nosotros damos una atención integral, porque es tan importante la parte médica en cuanto a prevención de infecciones sexuales y embarazo, como la parte de salud mental. Somos nosotros quienes hacemos el examen médico y quienes acompañamos a los sobrevivientes de violencia sexual para darles una atención integral.

¿Estas personas denuncian los hechos ante las autoridades?
Esto depende porque hay que entender que los migrantes lo que buscan es seguir y cuanto antes mejor. Mucha gente no quiere denunciar, es verdad que desde hace un mes el Ministerio Público ubicó un equipo de fiscales para recibir las denuncias, lo que facilita que el proceso sea más rápido y que la gente puede reportar. Lo que pasa ahora es que la gente tiene más facilidad para poner al tanto a las autoridades porque ya no tiene que trasladarse a Metetí. Nosotros hicimos énfasis en evitar la revictimización de los sobrevivientes de violencia sexual, entonces hay que destacar que con la colaboración del gobierno esto ha mejorado mucho. Que haya un fiscal en Bajo Chiquito es muy necesario y puede ayudar mucho a crear una ruta segura.

Aquí como médicos registramos cuando ocurre, si es antes de las 72 horas podemos prevenir el VIH y dar profilaxis. Entonces, el 80% de nuestros casos son antes de 72 horas. Luego, dónde se produce esto lo averigua la fiscalía, pero es muy difícil porque los migrantes no conocen la selva del Darién y se guían por la cantidad de horas caminadas y referencias que son difíciles.

En cuanto a las denuncias de violencia y abuso sexual, ¿cuántos casos han registrado?
Al venir aquí mucha gente no quiere denunciar lo que ha pasado por miedo, además que no quieren que su familia lo sepa. Tenemos que decir que, de los 250 casos de abuso, 245 han sido mujeres, 4 hombres, y no vienen porque no quieren denunciar, porque no quieren que lo sepan sus familias, porque muchas viajan con sus maridos o bien porque quieren evitar el trauma. En atención médica los testimonios que tenemos son tan fuertes, que no creemos que estén buscando un papel para llegar a Estados Unidos, sobre todo porque aquí la gente ve muy lejos ese país porque estamos al principio de la ruta. Aparte que les hacemos una exploración física, que no siempre una violación debe tener agresiones, pero sí hemos visto gente con sangrados vaginales activos secundarios a una penetración, muchos moretones. Además, que hay una violencia física muchas veces, pasa que el equipo de salud debe animar a la gente a que vengan a consulta y podemos evitar un VIH, un embarazo o enfermedades de transmisión sexual. Creemos que mucha gente no ha llegado por miedo de compartir esto y por la vergüenza que siente el haber vivido algo tan traumático.

Desde que se instalaron los fiscales en Bajo Chiquito, ¿ha cambiado la percepción del migrante en acudir a la autoridad para denunciar un delito?
Por supuesto, es un gran avance en la colaboración de todos los actores que estamos en Bajo Chiquito como la Fiscalía, el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), el Ministerio de Salud y nosotros, es un cambio. La situación ahora es mucho mejor que hace un mes, lo que no quita que sigamos recibiendo casos. La última semana tuve cinco casos, sigue siendo inaceptable, pero es un cambio a mejor comparado con otros meses.

¿Qué es lo que narran estas víctimas?
Aquí como médicos registramos cuando ocurre, si es antes de las 72 horas podemos prevenir el VIH y dar profilaxis. Entonces, el 80% de nuestros casos son antes de 72 horas. Luego, dónde se produce esto lo averigua la fiscalía, pero es muy difícil porque los migrantes no conocen la selva del Darién y se guían por la cantidad de horas caminadas y referencias que son difíciles. Yo creo que es uno de los retos de la autoridad, y esta muy bien que por medio de los testimonios se está intentando aportar dónde es, pero es difícil porque no se sabe dónde ocurren. Pero es del lado panameño porque ocurre a tres días de Bajo Chiquito. Eso es seguro.  

¿Las víctimas logran describir al agresor?
Lo que narran es que suelen ser grupos de entre ocho y diez personas que van tapados y que tiene armas de fuego y armas cortas. Es un patrón bastante común. Han llegado menos casos. Por ejemplo, del 1 al 16 de septiembre tuvimos 82 casos, en octubre nos llegaron 7, es un cambio positivo.

¿A qué atribuyen la disminución?
Yo lo atribuyo a la colaboración de todo el mundo, está la fiscalía presente, también Senafront ha reforzado sus destacamentos y también a que el tema de violencia sexual se puso mucho en los medios y eso ayudó a que la gente supiera que esto estaba pasando y que podía tener consecuencias. El cambio es para mejor, aunque insuficiente porque sólo un caso ya es un drama y más teniendo en cuenta que afecta muchas veces a menores. Es algo muy triste. Normalmente la violación va acompaña de robo de celulares, de dinero, entonces por lo que nos cuenta Senafront han detenido a gente que tenía móviles, y está todo vinculado.

¿Recogen muestras a las víctimas como para cotejar ADN?
Creo que para permitir que la gente pueda seguir la ruta lo que están implementando es que puedan tener contacto con ellas a lo largo del camino y en caso de que haya una detención poder corroborar la información. Por ejemplo, a veces las víctimas refieren que el agresor tenía un tatuaje en cierto lugar del cuerpo, y a veces hay patrones que se repiten, van cubiertos, pero hay cosas en común que pueden ayudar a identificarlos. Lo que comentan es que se trata de grupos de 8 a 10 personas que los atracan y de ese grupo, dos o tres personas suelen coger a las mujeres para violarlas. En cuanto a los migrantes varía mucho cómo caminan, algunos van en grupos de 10 personas, otros solos, otros se separan porque cada uno camina a su ritmo, no es uniforme. Se podría ir juntos unas dos o tres horas, pero cinco días seguidos es muy difícil, se separan, luego se reagrupan. Normalmente en los robos siempre hay más de uno. Las familias van juntas, que suelen ser marido, mujer, hijos o algún otro familiar.

Yo creo que es súper importante trabajar en equipo y aquí hay que resaltar que trabajamos en colaboración con el Ministerio de Salud (Minsa). Luego lo que nosotros siempre sabemos: la importancia del cuidado del cuidador. 

Cuando hablan de menores no acompañados, ¿qué se sabe de ellos?
Hay muy pocos. Lo que vemos son menores que no están acompañados porque a lo mejor el niño camina bien y la familia tiene un niño más pequeño, entonces lo encargan con un familiar o un amigo, y llega primero el menor y a los dos o tres días llega el resto de la familia. Pero no vemos muchos menores no acompañados. A veces se ve un menor 100% no acompañado, pero son la minoría.

¿Cómo es un día de los Médicos Sin Fronteras en Darién?
Son días intensos, para que te des una idea, la media de consultas diarias que atendemos entre el Ministerio de Salud y MSF en Bajo Chiquito son 250 pacientes al día. El equipo está compuesto por tres médicos, dos psicólogos y una enfermera, pero es un volumen muy alto en una zona muy remota en la que tenemos atención primaria pero también evacuaciones muy urgentes. Eso desde Bajo Chiquito significa un traslado en piragua por el río Tuquesa de tres horas, llegar a Metetí, estabilizar al paciente y si necesita una atención más avanzada trasladarlo al hospital de Chepo que está a un poco más de tres horas. Trabajamos todos los días de la semana, por la noche cuando hay urgencias abrimos el centro de salud, es muy intenso y una carga emocional muy fuerte. Las historias que nos llegan son muy duras.

¿Cómo maneja la carga emocional un MSF?
Yo creo que es súper importante trabajar en equipo y aquí hay que resaltar que trabajamos en colaboración con el Ministerio de Salud (Minsa). Luego lo que nosotros siempre sabemos: la importancia del cuidado del cuidador. Nosotros como MSF buscamos periodos de descanso y lugares para compartir de hecho trabajamos con una red de psicólogas de México que nos apoyan en todo Latinoamérica que se llaman ‘Corazón, corazón’ y buscamos con ellas crear espacios que se pueda compartir y expresar todo lo vivido porque hay historias de vida que al final somos humanos y nos acaban afectando.

¿Cómo surgió la idea de poner un centro de atención MSF en Darién?
Como bien dijiste al principio, trabajamos en oficinas en todo el mundo y tenemos un proyecto de migrantes en México, desde hace años, y sobre todo en 2019 empezó a llegarnos mucha gente a nuestros médicos y psicólogos que decían que la parte más dura había sido en el Darién, por los días de camino y por la violencia que había. Con esto surgió la idea. Por desgracia debido al Covid no se logró hacer en su momento una visita para analizar la situación.

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