"Hay que conocer la idiosincrasia del estudiante, debe ver al profesor como un amigo, no como un enemigo"

Se retiró después de dictar clases de forma ininterrumpida por 50 años en la Universidad de Panamá. Ningún médico puede resistirse a contar una anécdota de sus enseñanzas. Enero Avilés tiene una filosofía muy clara sobre el aprendizaje, la enseñanza y la vida

Como profesor, utilizó la tiza y el pizarrón, después el plumín, luego las diapositivas, enseguida las computadoras personales y finalmente las memorias, pequeñas herramientas en las que se guarda todo el material de la clase. Enero Avilés dictó su última lección de anatomía la semana pasada, después de 50 años de hacerlo de forma ininterrumpida tras haber ingresado a la Universidad de Panamá (UP). Es un habilidoso y reconocido cirujano. De su nombre nació en el quirófano, gracias a la inventiva de sus colegas, el sobrenombre “manos de ángel” y “hábil es”, en un juego de palabras por su apellido. Por sus aulas pasó el 60% de los médicos graduados del país. Todos ellos tienen una historia que contar. La mayoría lo recuerda como un excelente profesor, con mística profesional, comentan los aportes que hizo a la medicina y halagan su gran conocimiento. Un hombre de gran moral, sumamente práctico, capaz de enderezar a cualquier alumno con tan solo una anécdota, aunque ésta se desvíe del tema. Los años no pasaron por él, fue él quien se acomodó a cualquier tiempo, lo que le permitió estar a la vanguardia con sus alumnos. Pero lo más importante, en lo que insiste, es que nunca dejó de actualizarse, porque está consciente de que para un estudiante lo más preocupante es la ausencia de respuesta de un profesor. Este gran personaje se sienta hoy en el Polígrafo para contar sus secretos como docente, como médico y como ser humano.

¿Cuántos estudiantes han pasado por sus aulas?
El 60%, aproximadamente, eso calculó el decano de la Facultad de Medicina. Yo comencé en el 69 a dar el último año, así que los de esa generación para abajo no cuentan. Primero di Cirugía por 30 años, y como al jubilarme ya no tenía para enseñar al lado de la cama del paciente, había tomado unos cursos de anatomía y me trasladaron para dar clases de esa materia donde impartí por los últimos 20 años. Cuando cumplí la edad de retirarme de la UP, yo era jefe de departamento, los jefes se podían quedar a pesar de la edad.

¿Recuerda su primera clase?
¡Cómo no! Yo fui muy nervioso, pero cada vez que daba la clase trataba de mejorar y de comprender la idiosincrasia del estudiante.

¿Aquellos estudiantes eran distintos a los de ahora? ¿Cuál es el secreto para haber dado clases con éxito en forma ininterrumpida por 50 años?
Siempre me he basado en que la educación a nivel de médicos requiere de tres requisitos. Uno, la parte académica del que enseña. El que enseña debe tener una buena base de lo que va a enseñar, porque no hay cosa más preocupante para el estudiante que tenga una duda y que el profesor no se la pueda resolver. Segundo, tener técnica de enseñanza. En esa época usábamos las diapositivas, ya eso lo dejamos hace tiempo. Después de las diapositivas aparecieron las laptop, vinieron los discos compactos y ahora las memorias, esos aparatos chiquitos, de ahí se puede dar toda la clase. Y también depende de la madurez del estudiante. Siempre hemos insistido que cuando el estudiante llega maduro, que no significa que sea viejo, sino que esté preparado para lo que va, ese estudiante capta mejor las cosas y nos hace el trabajo más fácil porque lo que tenemos que hacer es que el estudiante comprenda; cuando es así, capta.

Le Escuela de Medicina es una de las que más desertores registra...
Es cierto, nosotros tenemos un porcentaje no muy alto, pero es uno que no cumple sus estudios porque el estudiante no se sabe organizar. El problema del estudiante de medicina es que los alumnos vienen de una secundaria en donde en cinco días le dan un capítulo de un libro, aquí les dan cinco capítulos diarios. Entonces, ellos tienen que organizarse en sus estudios para poder aprovechar el tiempo. La mayoría que se retira es porque no han sabido aprovechar su tiempo. Por eso yo les recomiendo que hagan resúmenes, eso es muy útil. También se les dice cuándo deben estudiar. Yo puedo tener el mayor deseo de estudiar, llegar a la casa a las seis de la tarde, ceno y me pongo a estudiar. Pero es muy poco lo que voy a asimilar desde esa hora hasta al una de la madrugada, porque el cerebro, para asimilar, necesita estar descansado. El mejor momento para el estudio es estar descansado. Entonces, yo me levanto a la una de la mañana y estudio hasta las cuatro, aprendo, capto más que si lo hago desde las siete hasta la una. El estudio es un hábito, y como estudiante uno tiene que formarse hábitos. El que tenga mejores hábitos de estudio triunfa, ese es uno. A esos que tienen buenos hábitos de estudios hemos visto que les va mejor.

¿Quién le puso el apodo ‘manos de ángel’?
Normalmente el personal que trabaja con uno es el que hace eso. Por ejemplo, yo soy de apellido Avilés, pero me decían “hábil es”, todo eso fue sacado del personal de enfermería con el que trabajamos en el Hospital Paitilla y también en el Hospital Nacional.

¿Extraña esa etapa de su vida, la de cirujano?
Bueno sí, como la cirugía que hacíamos eran larguísimas, no era una cirugía cualquiera, nos aconsejaban que trabajáramos hasta los 65 si queríamos disfrutar algo, y yo seguí ese consejo.

¿A usted qué le han enseñado los estudiantes?
Hay que conocer la idiosincrasia del estudiante. Necesita que él vea al profesor como un amigo, no como un enemigo; que él vea que el profesor lo quiere ayudar, es lo que el estudiante necesita. Pero si uno llega y les dice que la mitad tiene que irse, eso no es estímulo, pone al estudiante en una gran desventaja. Hay que darles consejo, cómo deben estudiar; yo les doy los consejos como si fuera yo el que estuviera con ellos dando las clases.

Por su aula ha pasado el 60% de los estudiantes de medicina del país...
Nos sentimos muy orgullosos y contentos de ver cómo ellos se destacan, me da mucho gusto ver cómo llegan a ser jefes de cirugía en los hospitales, incluso ministros y decanos han sido alumnos.

¿Usted no aspiró a ser un ministro, por ejemplo?
Yo llegué a ser decano de la escuela, pero yo he estado bien apartado de la política, bien apartado. Mi mamá nos lo inculcó, porque mi abuelo fue muerto por cuestiones políticas, y desde entonces nos decía: ‘no se metan a política, no se metan’. Y así lo hicimos. Yo he estado enseñando y atendiendo mis pacientes. Ni siquiera estoy acostumbrado a este tipo de entrevistas (ríe).

¿Cuántos alumnos se graduaron en la primera promoción en la que usted dio clases?
Eran veinte. Solo aceptaban treinta estudiantes, tuvimos también una graduación de cinco estudiantes, pero fue antes de que yo diera clases, era muy criticada porque lo que costaba abrir la clase para tan poquitos era mejor mandarlos afuera.

¿Tuvo algunos adversarios en su trabajo?
Los médicos por juramento no podemos tener al otro médico como enemigo. Juramos que debemos tratar al colega como si fuera un hermano, y así lo tratamos. A los alumnos, cuando uno les está dando clase, constantemente se les inculca ética, porque es básico. Yo les digo a los estudiantes que si ellos cumplen con el juramento que van a hacer el día de su graduación, no tendrán problemas de demandas y nada de esas cosas.

Pero existen casos de mala praxis, ¿qué cabe ahí?
Hay algunos que no lo hacen, no lo quieren hacer. Pero cuando a mí me dicen que si quiero ser perito en un caso de esos, yo prefiero decir que no.

¿Por qué no?
Es que nosotros nos debemos tratar como colegas.

Pero, ¿eso no va en detrimento de los derechos de un paciente?
Siempre creemos que los médicos no hacen nada de mala fe. Puede haber un accidente, yo no digo que no, pero tratar de hacer las cosas de mala fe, no.

Aunque sea de buena fe, ¿cómo debe tratarse ese accidente si deja secuelas de por vida, o una muerte?
Lo que pasa es que alguien no esté capacitado, puede ser incapaz, o que no conoce del caso, todo eso puede ocurrir, pero ya es otro tema.

¿Cómo debe tratarse ese tema?
En Estados Unidos las demandas es lo que más predomina, nosotros aquí hemos querido evitar tener seguro porque al primero que se asegure es al que van a querer demandar. Lo que hay que hacer es seguir las reglas del juramento y no hay ningún problema.

¿Qué pasa, entonces, con los derechos del paciente afectado vs. el trato de hermanos entre médicos?
No es que no queremos hacernos daño entre sí, si hubo una violación, nadie se va a oponer aquello. Lo que estamos hablando es en el mismo ejercicio de la profesión, por ejemplo, alguien que haga una operación del ojo y no sea oftalmológo se busca un problema legal, para eso hay reglas, pero lo otro es bastante difícil de manejar.

Dígame cuál es su diagnóstico del sistema de salud del país...
Los ministros de salud hacen el esfuerzo, lo que pasa es que tenemos una gran cantidad de población. Cuando se trata de erradicar algo hay que gastar mucho dinero. Por ejemplo, cuando Gorgas vino a erradicar la fiebre amarilla, no el mosquito, lo hizo quitando el agua empozada.

¿El trabajo de prevención es efectivo?
El Ministerio lo que pretende hacer y lo hace hasta donde puede, es prevenir que se desarrollen ciertas enfermedades. El Ministerio ha hecho su trabajo.

¿Usted cree necesaria la apertura de la Ciudad de la Salud?
La Ciudad de la Salud tiene que desarrollarse. En el Seguro Social no se cabe. En la universidad nosotros tenemos que hacernos una nueva universidad, necesitamos hacer una nueva escuela porque ahora la Escuela de Medicina no solo tiene nuevos estudiantes, sino también otras escuelas: Nutrición, Salud Ocupacional, Urgencias Médicas, y estamos con las mismas estructuras. El decano consiguió el terreno que se lo dio la Caja de Seguro Social al lado de la Ciudad de la Salud. Después de eso consiguió que el Departamento de Ingeniería y Arquitectura del Seguro Social le hiciera los planos y me tocó acompañarlo a la Presidencia como exdecano para buscar el financiamiento y lo obtuvo. Pero hemos estado esperando, la escuela se necesita.

¿Qué anécdota recuerda de su carrera?
Nuestra profesión tiene momentos dulces y otros no tan dulces. Yo siempre he dicho que los momentos agradables y de euforia, por ejemplo, ganar una cátedra, así recuerdo cuando la gané en el concurso y fue una gran satisfacción. Cuando tuve mis hijos también. Tengo tres hijos, solo una es médico, y tengo ocho nietos,

¿Qué sigue para usted ahora?
Ahora lo que voy a hacer es participar más en la tertulia de mis nietos y disfrutar más del encanto de mis nietas. Eso es lo que quiero. Me gusta la lectura, me gusta leer... y bueno, esperar...

¿Esperar a qué?
‘The end is near’ (el fin está cerca).

¿Se siente cerca del fin?
No, no me pongo a pensar del momento, estoy esperando cuando llegue, y voy a hacer mi lectura, pasear con mis nietos, viajar dentro de Panamá, porque afuera me cansa mucho. Mi mamá murió de 102 años.

¿Cómo se mantuvo siempre a la vanguardia en todos estos años?
Es que hay que estarlo, ahora con esto del celular y el Internet ahora ya lo saben todo. Es lo mismo los pacientes, llegan con uno y le dicen de lo que se enteraron, uno debe estar al día.

Diga tres consejos que le daría a un nuevo estudiante...
Debe estudiar en el momento que más va a asimilar su cerebro, y es, por ejemplo, después de haber dormido. Utilizar mucha azúcar, porque el cerebro metaboliza el azúcar, nada de cigarrillo, a la larga es dañino para la persona. También le recomiendo que estudien resúmenes, porque si se tienen que saber uno o dos libros, es muy difícil que traten de leer mil o dos mil páginas. Yo veo que muchos muchachos toman cursos de lectura rápida, la cosa no es leer rápido, sino comprender. El estudiante también subraya, pero cuando uno lee el párrafo, siempre le gusta acabarlo. En cambio, puede resumir un capítulo con palabras fundamentales y no más de 50 palabras.

¿Usted era un profesor relajado o exigente con sus alumnos?
En el sistema de enseñanza es recomendable de vez en cuando echar un chiste. Al estudiante le gusta, a veces van para saber cuál es el chiste que va a contar el profesor, o también es contar un bochinche. El estudiante pone una atención a eso…. Y ahí puede uno aprovechar para decirle gran parte de la historia de la medicina o de Panamá. El profesor no debe ser muy rígido en dar su clase. Si uno se porta bien con el estudiante, por ejemplo, yo nunca menciono a los estudiantes por el apellido, sino por el nombre, porque en la casa les llaman por su nombre, así que da más confianza. El profesor que se gana la confianza no necesita exigir respeto, el mismo estudiante los respeta.

¿Usted cree que esa mística la emplea el resto de los docentes?
Deben tenerla. Bueno, una vez comenzaron a criticar a los profesores de la secundaria, pero si nos ponemos a ver, ellos son egresados de nuestras universidades, no podemos criticar lo que nosotros mismos hacemos. Ellos quieren ahora una cantidad de dinero para subsistir, yo no lo critico, es algo muy humano, pero la forma como se consigue es otra cosa. Yo comencé igual, son 50 años y en ese tiempo uno aprende cómo se comporta el estudiante, su idiosincrasia, qué forma hay para recordar qué quiere el estudiante. El estudiante está ávido por aprender, quiere sacar el provecho a la clase y que pregunten. Si lo hacen no se condena la pregunta, si le digo ‘qué pregunta más estúpida’, no, no, no. Es más, debe decirle: excelente pregunta, aunque uno sepa que la pregunta no es tan buena. Yo se los digo, cuando ustedes se gradúan y van al interior, ahí no va a haber examen ni profesor, ahí ellos aprenden solos, y deben suscribirse a revistas médicas, leer y asistir a congresos y preguntar sin temor a que los critiquen.

RESPETADO
Es un maestro de la medicina que ejerció por 50 años de forma ininterrumpida
  • Nombre completo: Enero Avilés Escalante
  • Nacimiento: 4 de junio 1934, Panamá.
  • Ocupación: Profesor, cirujano, retirado
  • Resumen de su carrera: doctor en Medicina, Universidad de Panamá 1960. Magister en Cirugía, Universidad de Panamá (UP), 2008. Doctorado en Cirugía, Universidad de Nueva York, Estados Unidos, 1966. Anatomía Funcional, en la Universidad de Nueva York, 1966. Curso de docencia superior en la UP, 2011. Tiene licencia del Board Medical Examiner desde 1990. Ha sido profesor de Cirugía en la Facultad de Medicina de la UP desde 1969. Fue jefe del Departamento de Cirugía de la misma facultad en 1978-1994. Decano de la Facultad de Medicina 1994-97. Ha publicado 4 libros y fue consultor de cirugía en varios hospitales.

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