¿Qué pasó con Vernon Ramos?’, la pregunta que a dos años, Vic no descifra aún cómo responder

Víctor Ramos tiene dos años repitiéndose a sí mismo una pregunta que no lo deja descansar: “¿Dónde está mi hermano Vernon?”. Cada día, desde el 16 de noviembre de 2012, fecha en que desapareció sin dejar rastro, se consulta a sí mismo si estará vivo o muerto, sin atreverse a optar por la segunda alternativa.

SALIDA ABRUPTA
Aquel día, Vernon Ramos, acabó en el hospital San Fernando a raíz de una horrenda discusión que había tenido con sus jefes en el trabajo por la mañana.

Llegó alebrestado, muy preocupado, y los médicos le administraron una venoclisis para nivelar su estado. Mientras corría gota a gota por sus venas, Vernon, solo estaba pendiente de dos cosas: el reloj y un papel rojo que tenía en la mano.

El angustiado hombre no esperó a que se acabara la bolsa de suero. Él mismo se arrancó del brazo la aguja que lo mantenían conectado a la venoclisis. Ni siquiera esperó a que la enfermera lo revisara. Desesperado, abandonó el hospital. Corría contra el tiempo.

El papel rojo tenía escrito de un lado un número telefónico, un celular. En el reverso tenía apuntada una cita pendiente.

Vernon había calificado para el cargo de Magistrado Suplente en el Tribunal de Cuentas, y ese día, el viernes, tenía una cita para formalizar su postulación. Nunca llegó. Según Víctor, su hermano, él mismo la canceló por escrito desde su celular y declinó a su candidatura.

EL REMORDIMIENTO
La incertidumbre sobre el paradero de Vernon, para Vic, como le apodan a Víctor, arrastra además una dosis de culpa que le pesa más a él que a Sabina Ho– la esposa Vernon–, que a los hijos de éste –Jaqueline y Vernon Michael, o que a su padre, Víctor Ramos, quien ya asume la edad con ciertos cuidados de salud, o que a su madre Lilia María López, quien, después de un intenso tratamiento contra el cáncer, falleció hace unos meses sin saber el desenlace de esta escena.

Vic, tiene claro que de no haber recomendado a Vernon en ese trabajo, ningún miembro de la familia, incluido él, sufriría las secuelas de una tragedia que parece infinita.

En el taller de su residencia, donde dibuja las caricaturas para el diario La Prensa, su trabajo desde hace treinta años, Vic empieza a descargar una serie de hechos que ha resguardado desde aquella fecha.

“Yo he engordado desde que comenzó el problema, después mi mamá se murió, vivo deprimido” me dice aquel hombre que con su talento es capaz de arrancar carcajadas a cualquiera menos a sí mismo.

Ese día fue un viernes, empieza a contar. Vernon Michael, el hijo de su hermano Vernon, le llamó como a las seis o siete de la tarde con una inquietud precisa: “mi papá salió desde medio día y no ha vuelto más” le comunicó el adolescente.
–¿Qué hacía en la casa a esa hora?– preguntó Vic.
–Es que tuvo un problema en el trabajo y vino a medio día y salió a caminar y de ahí no hemos sabido nada de él– explicó en aquel momento el joven.

Al escuchar la noticia, Vic empezó a hilar una serie de hechos, que durante la entrevista revelaría, que no le olieron nada bien.

Tan pronto colgó el teléfono, salió corriendo a casa de Vernon, el consentido, el más chico de los hermanos, al que debía cuidar para que nada le sucediera. “A mi medio una vaina, no podía ni pensar, sentía algo raro y le dije a mi mujer: acompáñame, algo está pasando en la casa de Vernon y yo tengo la culpa porque yo sabía que esto venía” recuerda con angustia Vic.

Se culpa una vez más por no haber puesto atención a las luces de alarma que había escuchado antes de boca de Vernon: “yo no estuve tan pendiente de él porque yo se que él es un tipo fuerte, estable” me dice. “Cuando llego, me dice mi cuñada, Sabina: ‘Vitito, yo estoy preocupada porque Vernon estaba en urgencias del hospital San Fernando. Tuvo una crisis de hipertensión a raíz de una pelea que tuvo con sus jefes”.

LA DISCUSIÓN
Sabina supo de la ácida discusión de su esposo con Alejandro Abood, Superintendente de la Superintendencia de Mercado de Valores, y con Ignacio Fábrega de Obarrio, director de supervisión y jefe directo de Vernon, cuando llamó a la oficina para saber si su esposo estaba ahí. Fue en ese momento cuando una de sus asistentes le dijo que en horas de la mañana se escucharon gritos e insultos de la oficina donde estaban encerrados los tres junto a Javier Miranda, director de Análisis Financiero.

Según Vic, la versión de la ayudante, era que a Vernon lo iban a meter preso o a botar del trabajo si no hacía lo que ellos querían.

Vernon se desempeñaba como oficial de la Dirección de Supervisión de la Superintendencia, la entidad encargada de regir la actividad bursátil financiera de Panamá. Su jefe directo era Ignacio Fábrega De Obarrio, un hombre con un pasado oscuro –que no se sabe por recomendación de quién logró el puesto–, vinculado al crimen organizado, según reporta una página de internet especializada en la investigación de lavado de dinero y delitos de cuello blanco. Y su superior jerárquico era Alejandro Abood, el Superintendente.

“La discusión fue entre ellos; Fábrega, Abood y mi hermano”, insiste Vic frustrado porque las autoridades encargadas de investigar el paradero de su hermano le han dado muy poca, casi nula, relevancia a ese incidente que para Vic, es una pieza fundamental en el enmarañado rompecabezas.

En la reunión se habló acerca del estado financiero de la casa de valores Financial Pacific. Una empresa que más tarde, las autoridades judiciales investigarían por delitos financieros que derivaron en la intervención de la propia Superintendencia por un desfalco de 18 millones de dólares.

Después de dos años, las autoridades revelaron que los directivos falseaban los estados financieros; que usaban el dinero de los clientes, sin su consentimiento, para tapar deudas adquiridas y luego les hacían saber que habían perdido el dinero.

Después de llegar a casa, Vernon hizo una llamada a su asistente y le dio una orden precisa: “intervengan a Interbolsa”. Fueron sus últimas instrucciones antes de cerrar el teléfono.

Después, vestido con un pantalón corto, una camiseta gris, zapatillas para hacer ejercicio y una gorra azul, se acercó a su hijo Vernon Michael y le dijo: “cuida mucho a tu mamá”. Tomó su cédula y salió de casa.

Nunca más se volvió a saber de él.

LA CONFESIÓN
“Ando con un nerviosismo increíble”, me dice Vic, quien revisa el papel donde tiene anotada en clave toda la información que poco a poco revelará durante la entrevista. No pierde detalle de cada punto.

Busca en la computadora algo y encuentra una carpeta con una foto donde aparece él con su hermano Vernon. Ambos están parados fuera de la casa de sus padres. Vic, se ve mucho más delgado, Vernon tiene una sonrisa de oreja a oreja.

Tras la desaparición de su hermano, Vic se encargó de recuperar todas esas “cositas” que tenía Vernon aquel día. A los días de no saber nada de su hermano, Vic llamó al número que aparecía anotado en el papel rojo que miraba Vernon. Al otro lado del teléfono respondió una voz femenina que se mostró desconcertada por la llamada.
–Su número aparece en este papel, ¿él la contactó aquel día?– preguntó Vic.
–No, en lo absoluto– respondió la mujer.

Se trataba de una licenciada con la que Vernon había compartido un curso anti fraude en el 2011. “En ese seminario había gente importante”, me dice Vic.

Unos días antes de desaparecer, Vernon, envió algunas señales a la familia de que algo no andaba bien, pero nadie imaginó la dimensión de estas alarmas.

Entre agosto y octubre del 2012 un día llamó a Vitito y le dijo: “mi jefe tiene un problema”.
–Bueno– respondió Vic– si tu jefe tiene un problema es de él, ¿por qué cargas tu con esa cruz?.
Vernon le mostró a Vic un periódico en el que se leía acerca de la intervención de la casa de valores Financial Pacific por parte de la Superintendencia. Vic leyó la noticia sin entender cuál era el problema. Vernon tampoco lo explicó con claridad, ni especificó cuál de sus superiores era el del “problema”, si Ignacio Fábrega o Alejandro Abood.

LA CONEXIÓN
Vernon es un hombre muy preparado, me dice Vic, “auditor y contador público autorizado”. Además se capacitó en varios seminarios para actualizar sus conocimientos, entre ellos asistió a aquel curso anti fraude donde conoció a varios norteamericanos.

El puesto como oficial de la Superintendencia se lo consiguió Vic, su hermano, después de hacer una llamada al presidente de turno, Ricardo Martinelli, con quien mantenía “una relación de amistad, no de amigos”, aclara él mismo, con el propósito de que considerara a Vernon en algún puesto de trabajo.

Vernon se había quedado sin empleo después de que la compañía donde trabajaba como gerente se fue a la quiebra. Martinelli revisó su hoja de vida y le ofreció la vacante.

Vic es un arquitecto de cincuenta y siete años que cuando cumplió los treinta empezó a ver la vida con más burla que otra cosa.

Logró sumar ese humor particular con sus trazos de arquitecto y se volvió caricaturista. Desde entonces labora en el diario La Prensa. Precisamente fue una de sus caricaturas la que lo acercó al presidente Martinelli.

En una ocasión, allá por el año 2000 , Vic, como firma en su trabajo, hizo una caricatura del entonces ministro del Canal, Ricardo Martinelli. El trabajo, en vez de risas, hacía que le brotara el enojo.

El dibujo provocó que Martinelli se abalanzara al diario para reclamar a Vic su opinión gráfica. “Casi llegamos a los puños. Nos dijimos de todo, pero no pasó a mayores” dice Vic.

El disgusto terminó el día que Martinelli invitó a comer a Vic a un restaurante chino. Los acompañó Jimmy Papadimitriu. En ese entonces, el griego ni se le pasaba por la cabeza que sería Ministro de la Presidencia diez años más tarde, cuando, en el 2009, Martinelli fuera proclamado Presidente de la República con la aprobación del sesenta por ciento del electorado.

Se acomodaron en un salón reservado del restaurante Palacio Dorado y platicaron largo rato. La comida ayudó a digerir los malos entendidos. De ahí en adelante, él me llamaba de vez en cuando para saludarme, me comentaba mis caricaturas y me daba datos políticos, recuerda Vic.

Entonces Martinelli decidió lanzarse a la política e invitó a Vic a formar parte del equipo de trabajo, pero a éste no le emocionó la idea así que prefirió continuar en lo suyo, el dibujo, la sátira, la caricatura.

Pero el cariño por Martinelli terminó un día en el que Vic detectó que alguien más escuchaba sus conversaciones telefónicas. Hasta ahí llegó la confianza. Aunque, confiesa, le pidió al entonces mandatario Martinelli si podía nombrar a su hermano Vernon en un puesto gubernamental.

Así llegó Vernon a la Superintendencia, donde se desempeñó como oficial de la Dirección de Supervisión.

TRABAJO Y HOGAR
Ahora, dos años después de haber pedido ese favor, Vic siente que fue el peor error de su vida.
Vernon tenía fuertes dolores de cabeza por el trabajo. “En su momento yo le dije a Vernon que si tenía muchos problemas dejara el trabajo. Él dijo que podía manejar sus cosas”.

En una ocasión Vernon, ante los altibajos que vivía en su oficina, le pidió un consejo a Vic y éste le recomendó que si se sentía incómodo, dejara su trabajo. Especialmente considerando que se trataba de un asunto temporal y que una vez culminado el gobierno de Martinelli, seguramente se quedaría nuevamente cesante.

Meses después de haber sido nombrado en la Superintendencia, Vernon se inscribió en el partido Cambio Democrático, el colectivo oficialista, aunque sin militancia o ideología. No era un hombre político, sino de números. Una persona común y corriente, trabajador, centrado y claro.

Aquel incidente sobre el jefe de Vernon, que le había comentado que estaba metido en un problema, para Vic parecía diluirse con el tiempo, pero en realidad era un tema que se hinchaba en forma silenciosa y desproporcionada.

Vernon no era de traer los problemas del trabajo a la casa. Es lo que más entristece a Sabina su esposa: Que, como pareja, ella nunca se enteró, hasta su desaparición, que había problemas en el trabajo. “En treinta y tres años que yo tuve de conocer a mi esposo, jamás me gritó, ni lloró frente a mi. No pude notar nada extraño, excepto que antes de perderle rastro, me decía a cada rato que me amaba, que si yo sabía que él me amaba”, reflexiona.

Sabina entiende ahora por qué su esposo se lo reiteraba con tanta insistencia.

EL ÚLTIMO DOMINGO
El domingo 11 de noviembre, a las dos de la tarde Vic recibió una llamada de Vernon a su celular. Era una señal de que las cosas empezaban a tornarse inmanejables en el trabajo de Vernon.
–Me dice: “Hola Vitito”– cuenta Vic.
-Qué pasó Vernon– dijo Vic.

Vernon empezó a divagar: “Estoy caminando aquí por Costa del Este. Desde aquí donde estoy, parado en un puente, puedo ver Punta Pacífica, veo que el río esta lleno de basura –unos días antes había caído un fuerte aguacero que arrastró gran cantidad de desperdicios–; pero fíjate que el día esta bonito, la vista es bonita”, rememora Vic.

Las palabras sin sentido de Vernon encendieron las alarmas de Vic.
–Vernon, ¿pasa algo?– preguntó inquieto Vic.

Eso fue como si la hoya de presión perdiera su tapadera. Vernon perdió la serenidad con la que había hablado los primeros quince minutos de la conversación telefónica y en menos de un segundo cambió dramáticamente su estado de ánimo.

Al otro lado del teléfono, Vernon, empezó a gritar: “Chucha madre Vitito. Ayala la mierda; estoy cabreado, Vitito, estoy metido en un lío, me voy a la mierda”, se quejó Vernon a toda voz, como dejando salir el dolor más profundo que lo martirizaba.
– Vernon, ¿qué es lo que pasa?– reaccionó alterado Vic. Enseguida dijo: “¿Sabes qué? Yo voy para allá, espérame ahí”.
“ Pensé que se iba a matar”, me cuenta Vic mientras recuerda aquel instante.
–No– acotó Vernon con voz un poco más desahogada–. No vengas porque no conviene que tú vengas–agregó.
–¿Pero por qué?– insistió Vic– ¿Tienes líos con Sabina?– preguntó.
–No, no– respondió Vernon.

Vic sostuvo una conversación de aproximadamente una hora con el hermano.
–Si es del trabajo deja ya esa vaina Vernon–, aconsejó Vic a su hermano–. Si no quieres que vaya donde estás, voy a tu casa al rato– Trató de convencerlo.
–No, a mi casa no vayas– contestó de inmediato Vernon. Y más tú, no puedes ir.

Vic estaba confundido con tanto misterio. Pero más tarde relacionaría este episodio con la ausencia de su hermano. Vic, nunca imaginó que sería el último domingo que hablaría con su hermano.

Vic llamó a la casa de Vernon más tarde, para saber cómo se sentía. Sabía que era un asunto de trabajo. Le llamé y me dijeron que estaba dormido. El lunes, una vez más le marcó y le preguntó que iba a hacer con el asunto de su trabajo, Vernon le dijo que hablaría con la gente para solucionarlo, sin más detalles.

Así transcurrió el monitoreo del día martes, miércoles y de toda la semana. “Salía tarde esa semana, como a las ocho o nueve de la noche”, apunta Vic, quien añade: “En esa semana un día me dijo: ‘Vitito, yo no voy a poder atender más a mi mamá, necesito que te encargues de ella”.

A Vic, le pareció extraño eso, porque Vernon era un buen hijo y acompañaba a su madre a los tratamientos de quimioterapia.

“Después me enteré que Vernon le dijo a mi madre antes de que ésta muriera: ‘¡Mis jefes me quieren joder!”, se lamenta Vic.

LAS HIPÓTESIS
“Llegué a pensar que se suicidó”, confiesa Vic. “Pero nadie se suicida y después se esconde. El cuerpo aparece. Lo descarté. Después pensamos que se había ido con alguien al exterior, pero pronto, esta tesis quedó descartada, nunca hubo noticias de este tipo”.

Desde entonces, no han cesado las especulaciones sobre su paradero. Entre ellas que Vernon formaba parte del plan de testigos protegidos de los norteamericanos. Pero esa teoría también la descartó Sabina cuando el embajador de Estados Unidos en Panamá, Jonathan Farrar, le mandó un mensaje muy claro con la asistente: nosotros no tenemos nada que ver con el caso de su esposo, diría Farrar

El caso de Financial Pacific que investigaba Vernon antes de desvanecerse, aquél que él mismo relacionó con los problemas de sus jefes, se esconde tras un manto de poder que abarca desde el expresidente Ricardo Martinelli, toda una gama de funcionarios de alto perfil que impidieron una averiguación a tiempo sobre las irregularidades cometidas por la casa de valores, así como la supuesta manipulación de acciones de la minera Petaquilla, a través de una cuenta dominada por el exmandatario. Un delito que en Estados Unidos se castiga con cárcel.

El jefe directo de Vernon, Ignacio Fábrega, fue querellado penalmente por la Superintendencia en octubre pasado, supuestamente por haber filtrado información confidencial a Financial Pacific mientras ésta se encontraba intervenida.

UNA POSIBILIDAD
Vic cree que su hermano menor sabía que se marchaba o que se lo iban a llevar. En lo personal, siente que él se fue, aunque no conoce a dónde ni el por qué.

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