"No tengo que convencer a la Iglesia, es a la Corte"

La lucha por la legalización del matrimonio gay enfrenta a varios sectores sociales. Enrique Jelensky, a favor, explica que debe debatirse en un escenario laico, quienes adversan, temen que después exijan la adopción




Enrique Jelensky.


A Enrique Jelensky no le causa angustia que más de 100 mil personas salgan a la calle a protestar en contra del matrimonio igualitario en Panamá. Reta las manifestaciones multitudinarias con una simple ecuación: los reportes científicos señalan que en una población hay un mínimo de 2% y un máximo de 10% de homosexuales. Siendo moderado, un 6%, del total de la población panameña, equivaldría aproximadamente a 200 mil ‘gays’.

Jelensky es el primer panameño que interpuso ante la Corte Suprema de Justicia un recurso para que se declare inconstitucional la frase “entre un hombre y una mujer” que encierra el concepto del matrimonio en el Código de la Familia. “Ya lo peor pasó. Ya está el nombre y la foto, eso te lo da la madurez”, responde cuando se le pregunta sobre cómo manejar la exposición mediática siendo casi protagonista de un hito histórico en la jurisprudencia panameña.

Contrajo nupcias con Jhon Winstaley en Inglaterra (2008), pareja con la que vive en Sudáfrica y tiene 17 años de relación. Pretende que su país natal le reconozca uno de sus derechos fundamentales como ser humano, su matrimonio.

A este recurso, impulsado por una de las firmas de abogados más reconocidas del país, Morgan & Morgan, le siguió el de otra pareja con las mismas intenciones, que también utilizó los servicios de la firma.

Esto ha ocasionado una reacción en cadena en los grupos fundamentalistas, ultra conservadores y religiosos, así como de una parte del gremio abogadil que rechaza la mínima posibilidad de que se reconozca el matrimonio igualitario arriesgando la figura de la familia.

“Que 150 abogados coincidan en una idea jurídica es prácticamente un milagro”, dice uno de los que forman parte del grupo que se acercó a la Corte cuando se abrió el periodo alegatos para escuchar las opiniones en relación a la demanda de inconstitucionalidad.

“Me da risa que los fundamentalistas que quieren defender a la familia no tengan una cruzada contra el adulterio, por ejemplo. O que hablen de responsabilidad paterna cuando el 70% de los niños del país nacen fuera del matrimonio”, dice Jelensky.

A sus 52 años, su abundante cabellera se acerca más al blanco que al oscuro negro que lucía en su juventud. La canas también han marcado una nueva etapa en su vida. Saca un cuadernillo donde guarda sus apuntes para que no olvidar puntos fundamentales. Lo recarga sobre la mesa del restaurante donde nos disponemos a almorzar. Él, un caballero detallista, solicitó al mesero una mesa redonda en el rincón más privado para conversar de sus más íntimos sentimientos, con la advertencia de que serían públicos en algún momento.

MI YO ÍNTIMO
Tiene una risita nerviosa, casi incontrolable, cuando intento explorar sobre su infancia, su familia o el tortuoso conflicto interno que caracteriza a la mayoría de los homosexuales cuando se descubren a sí mismos. En la época de Jelensky sucedió en la década de los 70s, mientras estudiaba en uno de los colegios católicos más prestigiosos de la ciudad, inmiscuido en una sociedad pequeña, muy conservadora, radicada en un país que a penas llegaba a los 2 millones de habitantes. ‘Pueblo chico, infierno grande’, dice el refrán.

Al principio, Jelensky guardó su verdad con sigilo, con mucha “reticencia”.

“Arrastré los pies para aceptarlo, pero estuve consciente de que el precio de no hacerlo iba a ser más alto y me iba a mutilar como persona, sería más doloroso”. Su conflicto contra sí mismo terminó en la adolescencia, cuando se aceptó tal cual es: un ente contra la corriente, dialéctico, proveniente de un hogar cubano, en el que leía el marxismo y protestantismo, “siempre adquiría lo opuesto”, dice.

El tema sobre la legalización o reconocimiento del matrimonio igualitario ha aflorado en varios sectores sociales la moral, la religión y el derecho jurídico. Los que se oponen, temen que un fallo a favor sea el principio de otros derechos como la adopción, en consecuencia, expresan, degeneraría la familia y la sociedad. Han moderado su posición proponiendo una figura legal, una especie de pacto de solidaridad, que les permita resolver los temas concernientes a la herencia, pensión por fallecimiento, etc.

Jelensky mira esto como una alternativa para ciudadanos de segunda categoría. Según él, es hora de que la comunidad gay local defienda su punto de vista ante la sociedad y abra el camino a las próximas generaciones.

ANTICIPANDO EL FUTURO
En retrospectiva, afirma que en la Asamblea Nacional, han “puesto barreras deliberadamente porque sabían que más adelante una pareja homosexual reclamaría el derecho de unión. Para evitar esto, especificaron que el reconocimiento de una pareja de hecho, que vive cinco años bajo el mismo techo, es entre un hombre y una mujer, como estipula el artículo 26 del Código de la Familia. En su obsesión de blindar les salió el tiro por la culata”, reflexiona Jelensky.

“Nada tienen que ver las creencias en un Estado de Derecho”, dice Jelensky mientras degusta unos camarones como plato de entrada. La estrategia de Morgan & Morgan es dar una cara legal al caso.

La relación de Jelensky con el bufete, en realidad surgió por mera casualidad. Harto de la discriminación en contra de los gays en Panamá, un amigo le comentó que el bufete panameño estaba buscando un caso motivado por un estudio jurídico en Nueva York, Cyrus Vance Center for International Justice, que lucha contra la homofobia en Centroamérica o en países que discriminan a las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).

Quienes adversan el matrimonio gay consideran ésta es una agenda impuesta, a tal punto que han asimilado el tema como un asunto de soberanía. En una conferencia de prensa en la que invitaron a una multitudinaria marcha programada para el próximo 13 de julio, uno de los conferencistas propuso declarar ‘non grato’ al embajador de Estados Unidos en Panamá por haber apoyado la reciente marcha del orgullo gay, en la que fue abanderada la Primera Dama, Lorena Castillo.

“¡Con qué cara van a recibir al Papa en el 2019 si la Corte hace realidad el sueño de Jelensky?”, se pregunta un abogado. “Hoy son ellos, mañana puede ser la poligamia, es el mismo principio de fraude a la ley”, mencionó Ernesto Cedeño, en representación de la Alianza Evangélica.

“Es a la Corte a la que debo convencer, no a los evangélicos. Yo estoy en paz con Dios”, expresa cuando llega el plato fuerte, un pescado bañado en ajo y mantequilla.

El proceso en la Corte va a fuego lento. Hace falta otro periodo de alegatos, luego, la elaboración de un proyecto que circule entre los 9 magistrados, con 5 se logra la mayoría.

RELACIÓN CON DIOS
Como homosexual, Jelensky empezó a crecer sin la aprobación del resto, no los necesita para vivir. Dejó atrás las censuras de la religión. “No hay un Dios macabro, un Padre perverso, Él quiere que tu apuestes a la vida pero sin hacerle daño a nadie. Es la apuesta de que todas estas luchas tendrán un significado más adelante”, indica.

Los gays no medirán fuerzas en la calle, no es una lucha de números, analiza.

“Después de haber escuchado todo el criterio de la Iglesia en mi vida, yo hice mi propio criterio y aquí estamos, afirmando el sentido de inviolabilidad de foro interno”, se defiende ante las criticas de los religiosos.

Se pregunta, en qué cambia la mayoría si aceptan el matrimonio igualitario. En nada, se responde a sí mismo. Lo más triste, añade, “es que Panamá va a ser el mismo país con la misma cantidad de niños fuera del matrimonio, una sociedad hipócrita, de doble discurso que dice proteger a la familia”.

No obstante, es consciente de que un fallo a favor de la Corte, con una sociedad en contra, es una victoria pírrica. También ha contemplado una decisión en contra, entonces dice, recurriría a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde está seguro de que le dará el sí, aunque esto vería como una imposición de afuera, y “es mejor que la solución venga de adentro”, reconoce.

Equipara su realidad a las luchas de la humanidad. Por ejemplo, la liberación de la esclavitud en Estados Unidos. “¿Los afrodescendientes se sintieron libres al día siguiente de que se aboliera la esclavitud en Estados Unidos?, No, les tomó generaciones, algo similar será en Panamá”, pronostica, porque considera que la opinión pública es variable.

No existe una explicación científica con el tema gay, señala, las ciencias exactas explican, las humanas buscan comprender.

“Independientemente de la genética yo creo que cuando una persona accede al mundo simbólico ya tiene su pulsión. No estamos tocando las puertas a la Iglesia, estamos debatiendo el tema en una arena laica”, expresa.

Espera, dice cuando observa la cámara. ¡Primero bobo que feo!, recalca, tómame desde éste ángulo, dice mientras sonríe con coquetería y posa para la cámara.

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