Ricardo Martinelli, el reo 14813-104 en una celda de Miami

El expresidente deberá esperar detenido una semana más a que el juez Edwin Torres decida si acepta o no la solicitud de excarcelación




Los alegatos de las partes se centraron en los escritos que el juez conoció antes de la audiencia.


Ricardo Martinelli era este martes solo un hombre impotente ante su inminente encierro. Se presentó en la Corte del Distrito Sur de la Florida, Estados Unidos, sin barba, vestido con el uniforme color caqui distintivo de los reos del Centro de Detención Federal -ubicado en el downtown de la ciudad de Miami-, donde ha permanecido durante los últimos nueve días.

Una cadena gruesa le rodeaba la cintura, sus manos estaban esposadas. Su gesto era de frustración.

Se sentó en el lado izquierdo de la sala de audiencias junto a dos de sus abogados, Marcos Jiménez y John Byrne, a la espera de que el juez Edwin G. Torres decidiera si le concedía la solicitada fianza de excarcelación. El pasillo del décimo piso del edificio ‘James Lawrence King' que conducía a la sala estaba repleto, lo que motivó a los alguaciles a establecer un orden de entrada. Primero ingresaron los abogados: seis panameños y el mismo número de norteamericanos. Luego, el alguacil llamó a los familiares; tres hermanas del expresidente, Irma, Analida y Gloria, y a dos sobrinos. Y les advirtió que se abstuvieran de saludar al retenido o manifestar algún tipo de afecto o mensaje que llamara su atención, a riesgo de ser evacuados. Después llegó el turno de los periodistas.

LA AUDIENCIA
Pasados unos minutos de las dos de la tarde, hora en que se había programado la audiencia, el juez Torres ingresó a la sala y todos lo recibimos de pie. En el salón había siete bancas, muy parecidas a las de las iglesias, ocupadas por algunos testigos a favor de Martinelli, como Silvio Guerra y Roberto Moreno, abogados, y más atrás, se sentaron Yassir Purcait (exdiputado) y Jaime Abad, ambos víctimas del espionaje telefónico ilegal del que se acusa al exmandatario.

Martinelli, que había llegado esposado, tenía la mirada clavada en un punto de la sala, tal vez anticipándose a lo que diría el juez al finalizar la audiencia.

De vez en cuando intercambiaba algunas palabras con los dos abogados que tenía a su lado. No miraba hacia atrás. Dos alguaciles vestidos de civil sentados a su espalda lo custodiaban, como parte del proceso rutinario en las audiencias.

En el extremo derecho de la sala tomó posición el equipo de la Fiscalía, conformado por el Adam Fels y Chris Smith.




Daniel Pontet sacó sus lienzos en blanco para plasmar las únicas imágenes posibles del proceso.


El dibujante Daniel Pontet, sentado en una de las bancas, sacó sus lienzos en blanco para plasmar las únicas imágenes posibles del proceso, dibujos que vende por $300 al finalizar la sesión, en la que no se permiten teléfonos, cámaras ni grabadoras.

En este punto el juez solicita a los guardias que le quiten las esposas a Martinelli, el reo número 14813-104, mientras dura la audiencia. Se pone de pie, y cuando libera las manos se arregla el pantalón que le baila la cintura. Ha perdido peso y se ha quitado la barba.

En la sala se debate si se le otorga o no una fianza de excarcelación a Martinelli, pedido en extradición por Panamá en mayo de 2016, para que rinda cuentas a la justicia de éste país por cuatro delitos, entre ellos inviolabilidad del secreto y derecho a la intimidad y peculado.

PROPUESTA Y ALEGATOS
La moción de la defensa venía precedida de una jugosa propuesta para convencer al juez de que el detenido no tiene disposición a la fuga: una fianza de $5 millones de los cuales consigna el 10% la esposa de Martinelli, Marta Linares, respaldados con las propiedades del expresidente; $2 millones como fianza de garantía personal, cofinanciada por un amigo de Florida y respaldada por una propiedad; confinamiento en su casa de la Florida: monitoreo electrónico; el pago de policías que cuiden su residencia 24/7; cualquier restricción que imponga el juez en transporte; y la extradición preanticipada en caso de que incurra en cualquier violación que exija la Corte. Arguyeron que el caso de su cliente es ‘especial', por lo que ofrecían explicaciones dos expertos en leyes, Moreno y Guerra.

La defensa fue la primera en exponer su posición al juez. Un punto importante para ellos consistía en acentuar que la orden de arresto no se ajusta a los delitos por los que el país requeriente acusa al expresidente. Un asunto meramente técnico que aprovechó la defensa a su favor. La orden de aprensión responde a que Martinelli fue declarado en rebeldía por no asistir a la audiencia de imputación de cargos que convocó en Panamá el magistrado fiscal del caso, Harry Díaz, en octubre de 2015.

A su turno, Marcos Jiménez explicó al juez que su cliente es un perseguido político, y que en caso de ser extraditado no tendría derecho a un juicio justo por la poca o nula independencia de los poderes del Estado panameño. Para sustentar su punto citó las declaraciones del magistrado Harry Díaz en una entrevista en la que detalló la corrupción que reina en la Corte Suprema de Justicia, y la gran influencia del Ejecutivo que soporta este órgano.

-‘¿Por qué le importa la debilidad en el sistema?', preguntó el juez al abogado.

-‘Porque es el órgano que juzgará a mi cliente y existe una alta posibilidad de que no tenga un juicio justo', respondió Jiménez.

Martinelli junta las palmas de las manos y se sostiene el mentón. No le quita la vista al abogado que lo defiende, como si quisiera ser él quien habla y reclama su situación. Luego, cierra el puño bajo su barbilla en posición pensativa y escucha. ‘Las acusaciones que hace el gobierno panameño contra mi cliente se basan en suposiciones, en un equipo de escuchas en manos del Consejo de Seguridad Nacional que no existe, y en un sobre que supuestamente contenía dinero, y se entregó en una de las empresas del expresidente. ¿Quién puede confirmar que hubo peculado ahí?', pregunta el abogado al juez. Luego se detuvo en los tecnicismos de la orden de arresto, en la que no se detalla el delito por el cual es requerido. ‘No puede ser detenido solo para que no huya de Estados Unidos, donde además tramita un proceso de asilo político. Los cargos son de naturaleza política', insiste el abogado del exmandatario, intentando convencer al juez de que su cliente no tiene intención de abandonar el país, de huir.




Martinelli teme enfrentar 21 años de prisión en Panamá por los delitos cometidos.


Pasada la primera media hora de una audiencia que duró dos, le tocó el turno a la Fiscalía. Fels rebatió los argumentos de la defensa, aunque en ocasiones sin el brío de sus contrarios. La fianza es muy difícil de otorgar en casos de extradición, dijo el fiscal.

Martinelli escuchaba los argumentos de la Fiscalía con mucha atención, aunque su rostro no reflejaba ninguna reacción.

‘No podemos dejarlo libre después de que su país lo ha estado solicitando desde hace tanto tiempo', apuntó Fels. Y reiteró que esta decisión (la extradición) recae en el Departamento de Estado.

MARTINELLI INTENTÓ ‘CONGELAR' LA ALERTA ROJA DE INTERPOL
Los alegatos de las partes se centraron en los escritos que el juez conoció antes de la audiencia.

La defensa incidió en las ‘circunstancias especiales' del caso y en la excarcelación condicionada de su cliente y determinó como un agravante las denuncias de corrupción que pesan sobre el sistema judicial panameño, donde se ventilan otras doce causas contra Martinelli.

Por su parte, la Fiscalía reveló que Martinelli envió una carta a Interpol para solicitar que se congele la alerta roja que se había girado en su contra, lo que demuestra, dijeron, que no tiene intención de permanecer en EE.UU. por la petición de asilo, sino por el temor a ser detenido en cualquier otro país. El fiscal agregó que Martinelli presenta un gran riesgo de fuga, por su dinero y sus conexiones internacionales, además de las múltiples formas de transporte a su disposición, avión, yate y helicóptero privado.

- ¿A dónde cree usted, fiscal, que se va a ir? , preguntó el juez Torres.

-Él tiene documentación de otros países, por ejemplo, una licencia de República Dominicana y un pasaporte italiano, respondió el fiscal un tanto sorprendido por la pregunta del juzgador.

Ante esto, la defensa desechó la posibilidad de que busque refugio en Italia, pues los italianos, dijo, ‘no gustan de él. Cuando era presidente, asistió a la CIA en un caso que impactó al país y se molestaron mucho con él', sustentó Marcos Jiménez.

Comedido y expedito, Torres preguntó a bocajarro al fiscal: ¿Por qué no está de acuerdo en que se le otorgue una medida de arresto domiciliario? ‘Podría evadir los controles. Corre el riesgo de fugarse por el poder económico y de relaciones que tiene Martinelli, además se incumpliría el Tratado de Extradición bilateral con las consecuencias que esto puede acarrear', contestó el representante del gobierno panameño.

Martinelli teme enfrentar 21 años de prisión en Panamá por los delitos cometidos, una pena acumulativa, según Adam Fels, que al juez no terminó de convencer.

En un momento de la audiencia, Torres puso sobre la mesa que el caso en debate fuera por espionaje, a lo que el fiscal respondió que tendría que tratarse de una acción entre naciones, escuchas a gobiernos, y no a civiles. Así, aprovechó para diferenciar las limitaciones políticas de las judiciales y recordar al juez que el Departamento de Estado tiene la última palabra en la extradición.

El juez solicitó ocho días para determinar si este caso de extradición se ajusta a una fianza. De ser así, dijo, convocaría a las partes para que asistan a una tercera audiencia y definir los términos en que se otorga esta medida. De lo contrario, precisó, estará dispuesto a hacer un proceso acelerado para que se extradite al expresidente a su país.

Cuando el juez cerró la sesión, Martinelli volvió la mirada a sus abogados, a sus familiares y amigos en la sala. Los dos agentes federales que lo custodiaban lo esposaron nuevamente y una pesada cadena le rodeó una vez más la cintura. Fue conducido por la parte lateral de la sala hacia una puerta interna que conecta al Centro de Detención, hacia donde caminó cabizbajo, salió del salón sin mirar atrás, rumbo a la celda en la que espera, solo, la decisión del juez.

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