El negocio que surgió del fracaso: Cobranzas del Istmo

Los collapsos de Adelag, Sears, Fotokina y Disa, dieron origen a una empresa que buscaba recuperar cuentas. La idea nació de un banquero y un empresario

Cobranzas del Istmo, S.A., nació de la desgracia. La ola de quiebras empresariales que azotó al país a principios del Siglo XXI inspiró a un hombre de negocios para crear una estructura que lograra recuperar el dinero que los bancos habían prestado a los grupos comerciales que colapsaron por malos manejos administrativos y el aletargamiento de la economía.

La idea surgió de la mancuerna entre un banquero y un empresario. El primero la concibió y le sugirió al segundo ponerla en marcha.

“Alberto Vallarino fue quien me dio a mi la idea de crear una compañía de gestiones de cobros en el año 2002 para recuperar las deudas de los bancos acreedores involucrados en el fracaso del Grupo Adelag (Triángulo)”, confesó (a quién) Cristóbal Salerno, propietario de Cobranzas del Istmo, S.A.

La propuesta era prometedora. Entre el 2000 y 2002 reconocidos grupos comerciales acumularon pérdidas y deudas cercanas a los $300 millones. La cascada de colapsos financieros se inició en octubre de 2000 con el grupo Estrellamar y The Providence Corporation que afectó a 400 ahorristas que habían confiado el manejo de $24 millones.

La quiebra más escandalosa de esos tiempos fue oficializada en septiembre de 2001 cuando el grupo Adelag, constituido por Financiera El Roble, El Triángulo, Tecno Auto, Tecno Taller y Unicentro Traiding Center, entre otros, sucumbió con deudas hasta por $120 millones, que pretendían disfrazarse con estados financieros maquillados.

La bancarrota significó una pérdida para unos 23 bancos de aproximadamente $100 millones, pero las cuentas parecían incobrables. La insolvencia del grupo fue declarada como “ilegal” o “fraudulenta” por los acreedores al considerar que hubo responsabilidad de los representantes legales: los hermanos Carlos y Aquilino De La Guardia.

El hecho dio origen a un largo proceso legal contra los hermanos De La Guardia por estafa y falsificación, sin embargo, el caso quedó formalmente cerrado en los tribunales el 14 de enero de 2014.

En el 2001, la cola de pérdidas financieras también alcanzó al Banco desarrollo Industrial, S.A. (DISA). Tras un largo proceso, la Superintendencia de Bancos intervino al Banco Disa y, tras no poder resolver los problemas de insolvencia, ordenó su liquidación forzosa, dejando a cerca de 650 clientes en el aire. Además, Disa contaba con acreedores como; la Caja de Ahorros y el Banco Nacional, que habían prestado al banco privado más de $60 millones.

Por la crisis de Disa se imputó a varios ejecutivos: Rafael Endara, Joaquín Vallarino y Jorge Endara Paniza, quienes fueron procesados por el delito contra el patrimonio (estafa). Ninguno fue condenado.

A la lista de empresa en bancarrota se sumó el Grupo Fotokina en el 2002. En caso puso en aprietos a once bancos que habían prestado al consorcio aproximadamente $58.5 millones.

Pérdidas no registradas en los estados financieros, bienes ocultos, documentos extraviados, ventas con tarjetas de crédito que iban a cuentas personales de los dueños, informes contables incompletos, y hasta una exportación ficticia por $8 millones fueron algunas anomalías denunciadas en el escándalo de Fotokina.

LAS TRES FIGURAS
Ese mismo año, una cadena norteamericana continuaría la mala racha empresarial: el Grupo Sears, conformado por Sears, International Department Stores Inc, (subsidiaria de IDS Holding, tenedora de las acciones de Sears).

Luis Cucalón, exdirector de la Dirección de Ingresos (2009-14), era vicepresidente de estas empresas, y durante dos años le correspondió administrarlas. “Fui contratado para salvarlo (Grupo Sears)”, dijo a este medio de comunicación, pero sus esfuerzos no dieron resultados. Salerno era parte de los acreedores del grupo.

Las tiendas sucumbieron dejando préstamos por pagar a bancos por el orden de $29 millones. Los malos manejos administrativos y la crisis fueron, nuevamente, el denominador común del colapso de las tiendas. Los hermanos Carlos y Aquilino De La Guardia estaban vinculados a la empresa.

Cristóbal Salerno y Luis Cucalón formaban parte de la directiva de IDS Holdings Corporation, mejor conocida como Sears. En el este mismo holding también fue director suplente el banquero Alberto Vallarino, aunque renunció el 27 de abril de 2000, antes del ingreso de Cucalón a la empresa.

Con el afán de rescatar las últimas cuentas por cobrar de Sears, Cucalón fue nombrado como liquidador de la empresa. Él mismo narró a La Estrella de Panamá un episodio que retrata la relación de negocios que mantenía con Salerno: “Le dije, estás a punto de perder tu plata, móntate en este barco conmigo”, relató.

Para administrar los créditos del grupo se creó la empresa Administradora de Crédito Sears. La sociedad anónima fue inscrita en el 2002 por Alfonso Arias y Diego De La Guardia, éste úlitmo miembro y socio de la firma Galindo, Arias y López(GALA). En la directiva figuraba como presidente Magaly Ramos, una de las más fieles colaboradoras de Cristóbal Salerno.

El negocio de cobros de cuentas morosas empezó a tomar otra forma. En mayo de de 2003, con los mismos actores se creó la empresa Cobranzas del Istmo, S.A., que tiene entre sus socios a Diego Alonso De La Guardia y Alfonso Arias. El dueño de la empresa es Cristóbal Salerno, la gerente Magaly Ramos.

El negocio resultó fructífero. Con el correr del tiempo, otros bancos como City Bank, Bilbao Vizcaya, Banco General, Cuscatlán y empresas privadas contrataron a la gestora de cobros para recuperar sus carteras pendientes. La cantidad de clientes obligó a la empresa a adquirir equipo de informática de punta y personal técnico capacitado para operar la empresa.

Siete años más tarde, Cucalón y Salerno volverían a verse las caras. Esta vez para hacer los cobros fiscales del Estado. En el 2009 Alberto Vallarino fue nombrado Ministro de Economía y Finanzas y recurrió a Cucalón para que le ayudara a recuperar las cuentas por cobrar del Estado y los pagos de los contribuyentes. Le ofreció el cargo como Director General de Ingresos de esta institución. Él lo aceptó.

Cucalón tenía una larga tarea por hacer y poco personal y recursos para lograr su meta. La labor era ambiciosa: tratar de colectar para el Tesoro Nacional $16,500 millones, necesarios para cumplir las promesas de campaña de Ricardo Martinelli, quien acababa de tomar las riendas del país.

Por la razón que fuere, Cobranzas del Istmo resultó la empresa que el gobierno contrató para cobrar los impuestos. Magaly Ramos era la gerente de esta empresa.

Una coincidencia interesante es que Vallarino, actuando como ministro, firmó la fianza para contratar a la gestora de cobros, que resultó ser la misma empresa que siete años atrás había concebido: Cobranzas del Istmo. Hoy ha negado reiteradamente cualquier vínculo con esta compañía y con su propietario.

REDACCIÓN
Adelita Coriat y Marlene Testa

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