Caso contra el periodista Cajar debe finiquitarse hoy

El director de la Policía Nacional, Jorge Miranda, se comprometió a retirar los cargos por alteración del orden público contra el reportero Juan Cajar antes de que tenga lugar la audiencia en la Casa de Paz, el comunicador  fue detenido el pasado jueves  


Los abogados recomendaban completar todos los pasos del proceso en caso de que a futuro sea necesario rendir cuentas ante los tribunales.

Para un policía no debe ser difícil comprender el trabajo de un periodista. Son profesiones parecidas, colectan datos, testimonios, investigan y sacan a la luz los resultados.

Sin embargo, esta relación no siempre se lleva en forma pacífica y equilibrada. En ocasiones atraviesa por escaramuzas, como la que vivió el pasado jueves el compañero del diario La Estrella de Panamá, Juan Cajar, cuando cubría una protesta en los predios de la Asamblea Nacional. En un confuso incidente, que pudo superarse en cuestión de minutos, la policía lo detuvo por espacio de casi cuatro horas.

Con el propósito de mejorar la relación entre ambas partes, en Europa, por ejemplo, el Centro Europeo para la Libertad de Prensa y de los Medios de Comunicación presentó el Código Policial para la libertad de Prensa, que nació a raíz de las malas experiencias y maltratos de los uniformados a comunicadores precisamente al reportar sobre protestas populares. Es una iniciativa de ocho puntos claros con los que se busca aclarar la definición de la labor del periodismo. Permitir a los periodistas hacer su trabajo y construir una relación en respeto mutuo, que permita la labor policial y la libertad de información.

Aunado a lo anterior, con el mismo espíritu, el Banco Interamericano de Desarrollo, lanzó recientemente el documento “Asegurando la confianza: Una guía de mejores prácticas para comunicadores de cuerpos policiales de América Latina y el Caribe”. Un instrumento para motivar una comunicación fluida entre ambos.

La reciente vivencia del periodista Cajar, podría servir de punta de lanza para elaborar un documento similar en Panamá en un escenario en que la labor policial y la libertad de prensa prosperen.

Durante el desarrollo de los hechos del pasado jueves, algo que parecía inconcebible para los directivos del diario La Estrella de Panamá, Eduardo Quirós y Gerardo Berroa, era según el segundo, que a pesar de que el Ejecutivo, a través de dos personas solicitó al director de la Policía Nacional, Jorge Miranda, liberar al periodista, éste decidió escuchar a los asesores legales de la institución. Una de las razones de la Policía consistía en que se había empleado el uso de la fuerza contra el reportero y debía pasar por un protocolo.

Los abogados recomendaban completar todos los pasos del proceso en caso de que a futuro sea necesario rendir cuentas ante los tribunales.

La reciente vivencia del periodista Cajar, podría servir de punta de lanza para elaborar un documento similar en Panamá en un escenario en que la labor policial y la libertad de prensa prosperen.

Miranda, a punto de jubilarse, se apegó a las recomendaciones del equipo legal de la Policía. El proceso requiere de un análisis médico y la comparecencia ante un juez de paz, quien media en el caso. Sobre Cajar permanece hasta hoy la acusación de alteración del orden público.

A las nueve de la mañana se tiene programada una audiencia con la juez paz para finiquitar el caso. No obstante, Miranda prometió el desistimiento de los cargos durante una visita al diario el pasado viernes en la que ofreció disculpas públicas por el incidente.

Todo parecía tan irónico. Tan sólo una semana atrás, el mandatario Laurentino Cortizo plasmó su firma en la Declaración de Chapultepec y de Salta. La primera es muy clara en que no debe existir ninguna ley o acto de poder que coarte la libertad de expresión o de prensa, cualquiera sea el medio.

Hechos que contrastaban con la detención de Cajar mientras hacía su trabajo. Daba la impresión de que la Policía se blindaba de cualquier demanda futura.

LA AMARGA SORPRESA
La protesta en la Asamblea era una asignación como cualquier otra. La idea era llegar, tomar un par de fotos y narrar los hechos. Pero Cajar nunca imaginó lo que estaba a punto de vivir.

El periodista, también es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Panamá (UP), es un hombre tranquilo, analítico, acostumbrado a estas coberturas.

Notó un grupo inconformes protestando afuera de la Asamblea en reclamo al recorte de viáticos en el Presupuesto General del Estado. Parte de ellos se arrimó a un costado e intentó subir la verja con el afán de ingresar por la fuerza a la Asamblea. Entonces la policía arreció con más fuerza para controlar la situación.

“Yo estaba grabando con el celular cuando de repente sentí una fuerza a mi costado y una voz que dijo: no te resistas”, recuerda Cajar.

El policía lo detuvo tal vez bajo la idea de que se trataba de uno de los manifestantes, a pesar de que él mostraba su carné de La Estrella de Panamá con insistencia, para hacer entrar en razón al policía que lo sometía.

El carné no bastó para el uniformado y con el apoyo de otros dos lo azotó al césped y lo condujo a la popular chuta junto a otros que corrieron la misma suerte.

Seguro ahora me sueltan, pensó Cajar. Pero los policías omitían su condición. Suposo que al toparse con uno de mayor rango entendería que no había razón para estar detenido, porque hasta ese momento de nada le sirvió repetir como disco rayado que era periodista.

Tenía un zuncho de plástico en las muñecas, pero se las ingenió para sacar el celular del bolsillo del pantalón y enviar un mensaje de voz al presidente del Grupo Editorial El Siglo y La Estrella de Panamá, Eduardo Quirós.

El audio era confuso, había mucho ruido y Quirós solo logró escuchar la angustiada voz de Cajar y algunas palabras que le insinuaban que algo no estaba bien.

Cuando devolvió la llamada, Cajar logró explicar que se encontraba dentro de una chuta casi listo para ser conducido al cuartel. Quirós salió disparado de la oficina en busca del periodista.

“Cuando escucharon los policías la conversación me bajaron del camión. Un subcomisionado ordenó que me quitaran los zunchos y de inmediato me indicó que me llevarían al hospital Santo Tomás para una revisión médica. Yo le dije que primero quería esperar al presidente del diario para explicarle qué había sucedido. Bueno, para arriba otra vez, me subieron a la chuta”, narró Cajar.

El policía aparentemente entendió que se negó a ir al hospital y lo condujo, junto a los otros detenidos, al cuartel de San Miguel.

Quirós y Gerardo Berroa, director del diario, empezaron a llamar a Miranda y al Ejecutivo para aclarar la situación.

Para entonces el nombre de Juan Cajar ya era tendencia en las redes sociales. Todo el mundo estaba al tanto de que en Panamá un periodista había sido detenido. El repudio contra la acción incrementaba. La Policía sostenía que Cajar, al momento de su detención, no colgaba su carné de periodista.

En medio del revuelo la entidad emitió un comunicado en el que intentó justificar la detención de seis personas cuyo comportamiento era traspasar la cerca perimetral de la Asamblea y alegó que el periodista “no mantenía equipo de filmación o de grabación o de algún equipo de aquellos utilizados por los profesionales de la prensa”. Pero los videos que retrataban a Cajar mostrando su carné evidenciaban lo contrario.

Al llegar al cuartel los acomodaron en hilera para registrarlos, les quitaron sus pertenencias y luego los metieron en una celda provisional en condiciones sumamente deplorables. Cajar logró que una oficial le permitiera hacer la clásica llamada. Decidió hablar con su mamá. En menos de un minuto le dijo que se encontraba bien y le pidió que se comunicara con el Decano de la Facultad de Administración, y que éste a su vez, pusiera al tanto de lo sucedido al rector de la Universidad de Panamá, Eduardo Flores.

Después de un buen rato, escuchó que alguien gritó su nombre. Lo sacaron de la celda, le devolvieron su carné y le pidieron que firmara un documento en el que constaba que no lo habían maltratado. “Le dije, ok, pero necesito un abogado, porque quería estar seguro de lo que iba a firmar”, explicó.

El policía interpretó que se negó a firmar el papel y lo regresó a la celda.

Las llamadas de los directivos del diario se intensificaban, pero aún sin éxito.

A continuación Quirós arribó al cuartel y Cajar salió nuevamente de la celda. Pensó que la amarga sorpresa quedaría atrás, pues la presencia de Quirós, siendo abogado, lo tranquilizó y asumió que la comunicación entre los jefes y el director de la Policía, facilitaría todo.

En frente de Quirós firmó el mencionado papel, pero dejó constancia en puño y letra que cargaba puesto su carné en todo momento. En teoría todo debió resolverse en ese momento, sin problema.

Uno de los comisionados se disculpó con ambos y cuando estaba a punto de retirarse, una unidad de menor rango llamó a Cajar para conducirlo al hospital Santo Tomás. Quirós estaba frustrado, se puso furioso.

Para entonces, aparentemente Miranda ya había recibido el consejo del equipo legal que sugería completar el procedimiento para evitar quedar enredado en un proceso en el que no tuviera como defenderse. No parecía estar dispuesto a arriesgarse, así que insistió en completar todos los pasos que hacían falta antes de liberar a Cajar: el examen médico para certificar su condición de salud y que un juez de paz dictaminara la situación. De esa forma se curaría en salud a tal grado de contravenir las indicaciones del Ejecutivo que le solicitaban desaprender al periodista.

Cajar fue montado en la patrulla con dirección al Santo Tomás y Quirós, pegado al móvil, le seguía en su auto.

En el hospital Cajar narró al médico todo lo sucedido. Al culminar la revisión, en la patrulla en que viajaba hacia la Casa de Paz, recibió una de las múltiples llamadas de Berroa en la que le alertaba sobre un corto circuito entre la Policía y el Ejecutivo, “porque el último había ordenado que me soltaran de inmediato pero el Director (de la Policía) no lo hizo”, rememoró Cajar.

“Escuchando a Berroa decir eso, con cuatro policías en la patrulla, me convertí en monosílabo y entendí la dimensión de lo que pasaba afuera”, añadió.

Ya casi eran las once de la noche y la Casa de Paz de Calidonia estaba a punto de cerrar por el toque de queda. Cajar, acompañado de un asesor legal que puso a disposición el rector de la UP, explicó la situación al juez, y éste trasladó el caso al juzgado de Bella Vista.

La audiencia programada para el viernes pasado se pospuso para hoy.

Posteriormente la Policía admitió la falta. Miranda se acercó a las instalaciones del diario, ofreció disculpas públicas al medio, al periodista y el país, y se solidarizó con la profesión. Admitió deficiencias estructurales en el trato de algunos uniformados, capacitación que dijo, se realiza constantemente. En la reunión hubo inconformidad de parte de los directivos por el manejo que se le dio al caso. Miranda recibió las críticas.

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