Bienvenido a territorio narco. Evite la muerte

Los carteles han trascendido del tráfico de drogas al dominio de pueblos enteros, imponen sus propias normas, se apropian de instituciones y desplazan a la autoridad de turno

Ser narco es perder el miedo a perder la vida y la libertad, pero a la vez, es hacer cualquier cosa por preservarla y al mismo tiempo estar dispuesto a tener que arriesgar todo para poder producir, transportar, ‘‘encaletar’’ y exportar la droga a su destino. La ‘carrera’ de narco es corta y con dos escenarios casi seguros: la cárcel o la muerte. Pero en el camino siempre hostil muchos son los conocidos y los traicioneros, y muy escasos los amigos.

Un narco siempre tiene una razón para entrar en la labor, como le dicen al traqueteo, ya sea valedera o no, pero en el trayecto cuando se envician con los gozos de la vida: drogas, mujeres, fiestas, dinero y poder, los desmembrados, las balas, la paranoia, las persecuciones y muertes pasan de ser episodios traumáticos a capítulos de supervivencia.

En este mundo al margen de la ley los sentimientos aparecen en letras minúsculas, más grandes son los pactos que se firman a diario con el diablo. Tratos con letra menuda casi invisible, renovables a cada instante sin que el firmante sea consciente de ello.

La visión de un capo sobre su actividad es distorsionada. No reconoce lo ilegítimo de su ocupación pero sí lo acredita como una ‘corporación’ similar a otras empresas. El ‘narco’ es un ‘empresario’.

Hay quienes se vuelven narcotraficantes para tapar el hambre, para disolver la angustia de los problemas familiares, o para resolverse la vida aunque el riesgo sea perderla. Son factores de peligro incluidos en el paquete. Otros son narcos de ‘apunte’ que se anotan con cierta cantidad de kilos en los embarques de conocidos y cuando se ‘corona’, o la droga llega a su destino, reciben los frutos.

Ser narco también es sinónimo de ambición. Está claro que una cosa es tener dinero, pero otra muy distinta es tener poder. Supremacía que degenera y alimenta conductas oscuras para conseguir lo que se proponga. Es que sin haber probado un gramo de cocaína se adopta otra adicción, la del poder, pero que al evaporarse hunde al protagonista en uno de los abismos más profundos de la vida de un narco.

La principal fortaleza de un narco no es el dinero que a montones dispone, sino la capacidad de corromper a toda la estructura de una sociedad. Eso es una muestra de poder.

VIVIRLO ES MÁS QUE DECIRLO
Para quienes están inmersos en esta actividad ilícita, la visión o percepción de ser narco no es más que un ‘trabajo’, pero que en los últimos tiempos se ha distorsionado por la ambición de los carteles que se aniquilan entre sí, ya no tanto por el tráfico de droga, sino por el control de los territorios. Esto se consigue a punta de sicariato extremo, mutilaciones, desapariciones y enfrentamientos masivos que tienen un doble propósito; atemorizar y, por ende, someter a las poblaciones, e imponer respeto.

Una de estas personas de origen mexicano que se hace llamar con el alias ‘Negrito 03’ ha dedicado casi toda su vida al narcotráfico. El hombre entrado en los treinta, que pidió reserva de su nombre, explicó la tóxica transformación que ha sufrido el negocio.

Menciona que antes, especialmente en México, el narcotráfico era muy distinto, ‘se trabajaba sin problemas de territorio o pagos de cuotas, todo mundo se conocía y se respetaba entre sí’. El ser narco se limitaba a una transacción comercial, ilegal pero al fin de negocios, que consistía en comprar para exportar a Estados Unidos y otros países de Europa, después se lograba retornar las ganancias al país mexicano. Pero actualmente las cosas son muy distintas, todo cambió, hasta la manera de ver al prójimo; ‘ahora tienes que cuidarte de todo mundo, quien menos piensas te envidia, te traiciona, te manda matar, o te hace encarcelar’.

‘LA DROGA MUEVE AL MUNDO’
El negocio del narcotráfico, enfatizó ‘Negrito 03’, es un círculo tan amplio, adictivo y seductor en el que prácticamente todos quedan involucrados: el del supermercado, el de la farmacia, las agencias, las mueblerías, tiendas, bancos, y los más beneficiados —subraya— son los políticos y absolutamente todas las autoridades, ésta última palabra la ‘pronuncia’ con ‘mayúsculas’.

Los réditos del polvo blanco o la yerba regresan con abundancia, y parte de ese dinero muchas veces se emplea para beneficio de terceras personas que nada tienen que ver con la actividad pero que indirectamente sacan provecho de ella para menguar las severas carencias de sus comunidades. Un bálsamo que trae bajo el brazo la complicidad de la comunidad en cuestión. El narco ‘bueno’, afirma como clasificando la personalidad, ‘—porque somos seres humanos con sentimientos—, ayuda a la familia, al amigo o a muchos que se arriman para solicitar ayuda económica por una enfermedad o un sepelio. La droga mueve al mundo, señora’, afirma en tono tajante.

No solo lo mueve, lo acomoda. En repetidos lugares y ocasiones, como si fuera un patrón, los carteles se instalan en ciertos territorios sin que las autoridades logren detenerlos. Quienes deben imponer el orden en reiteradas ocasiones terminan ‘vendiéndose’ ante una oferta irresistible; plata o plomo. La mayoría son forzados, pero otros lo hacen por gusto, sentenció ‘Negrito 03’.

EL RÉGIMEN DE LOS CARTELES
Esa es una de las formas en que la ley rápidamente es sustituida por normas primitivas e impositivas que imparten los grupos criminales al tomar el mando. Nuevos códigos que rigen por encima de un sistema legal ya desplazado, por ejemplo; quien a hierro mata a hierro muere, me matas uno te mato cien, te sometes o te mueres. Por tanto, la ley en estos sitios ‘ocupados’ se ubica en un tercer o cuarto plano, a veces llega a ser nula; los juzgados, las instituciones gubernamentales, por ejemplo, quedan en manos de un sistema paralelo en donde imperan las normas de un puñado de personas a punta de violencia. Quienes dominan los territorios donde se maneja bastante capital producto del trafico de droga, al final también se adueñan en forma forzada de las empresas y comercios del pueblo y de todo lo que esté a su alcance, dejando poco en manos privadas, sin que nadie sea capaz de devolver el Estado de derecho o las instituciones a la población. El territorio tomado se convierte en un feudo para el narco y en un Estado degradado para la sociedad.

EL FEUDALISMO NARCO
La población sometida, por tanto, debe ir con la corriente, actuar en contra sería durar lo que una línea de cocaína en una nariz. A los pueblerinos les toca por fuerza mimetizarse en el nuevo sistema impuesto por el grupo criminal recién instalado.

Situaciones como la citada ocurren en estos momentos en ciertos pueblos de la República Mexicana, especialmente en el estado de Michoacán, donde el cartel de la Familia Michoacana, el de los Caballeros Templarios y ahora otro nuevo denominado las ‘autodefensas’ no acaban de pelearse el terreno. Tan dramática es la realidad, que comerciantes y la población deben pagar cuotas al crimen organizado para que los dejen trabajar.

De acuerdo con el diario mexicano Milenio, los Caballeros Templarios pagaban al mes dos millones de dólares a funcionarios y policías como parte de su ‘narconómina’. El mismo grupo gasta otros 5 millones de dólares en distintos estados con el mismo propósito.

Por eso es muy difícil ganar un territorio, significa sacrificar mucha gente, invertir bastante dinero, eso es lo más triste, nadie sale ganando, trata de explicar ‘Negrito 03’.

En Michoacán, dice quien está convencido de que cuenta con las habilidades para continuar en la labor, ‘lo que ocurre es que se están peleando el territorio dos grupos, uno intenta meterse pero no ha podido y eso que ese grupo que está intentando entrar está siendo apoyado por las autoridades, y ni así han podido’. En este sitio, la violencia y el crimen organizado han escapado al control de las autoridades.

EL CARTEL OFICIAL
En las líneas de la droga siempre hay quien quiere quedarse con una de ellas, y para evitar que la ruta, la plaza o el territorio cambien de dueño hay que defenderlo y mantenerlo a punta de plomo.

Como diría Edgardo Buscaglia, catedrático y presidente del Instituto Acción Ciudadana en México que ha estudiado por décadas el fenómeno del narcotráfico, ‘la delincuencia organizada es la cara sucia del Estado con organizaciones corruptas que forman parte del Estado y de la delincuencia organizada’. También es la cara sucia del sector empresarial, hay que identificar las áreas que brindan apoyo y obviamente hay que combatir la corrupción al más alto nivel estatal. Para poder operar, estos criminales sobornan a diputados, senadores y funcionarios de jerarquía, agrega Buscaglia. Es así como se hacen capos de altura, toman control, dominan territorios y poderes.

El ciudadano de a pie sabe muy bien que la captura de un capo se queda en el arresto físico, es un show, realmente hay que sacarles las acciones empresariales y desmantelar su patrimonio. Ésta es una de las formas más efectivas, opina el general Luis Enrique Montenegro, está convencido que la lucha antidrogas debe iniciar en el otro extremo, es decir, para agarrar a los grandes capos es necesario limpiar las fuerzas policiales y mantener en un cofre a siete llaves las operaciones de inteligencia, porque nunca falta un ‘sapo’ que infiltre la información.

Montenegro es de la idea que las capturas de los grandes capos sí golpean el negocio. No obstante, durante su asesoría al gobierno de México le faltó una de las más anheladas, la del eterno fugitivo, la de Joaquín Guzmán Loera. Dice Montenegro que a nivel de Colombia, el ‘Chapo’ se considera casi la figura de Pablo Escobar, ‘aunque se dice que el ‘Chapo Guzmán’ no es tan cruel como Escobar entonces se dice que es la figura del hombre al que se vive persiguiendo, que tiene riquezas las que usted quiera, que domina toda el área de Sinaloa’ y cosas de esas que lo han convertido en el objetivo número uno de los organismos de seguridad a nivel internacional. ‘El tipo se escabulle, puede haber momentos en que compra autoridades, el tipo maneja toda una situación’, advierte el General que ideó la captura de los capos del Cartel de Medellín y de Cali en la época más violenta que vivió su país, Colombia.

Montenegro piensa que el objetivo número uno de México no se limitaría a la captura del enigmático y poderoso Chapo Guzmán, sino de todo el cartel de Sinaloa.

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